El puente del amor
Observen detenidamente el puente de la imagen. ¿Saben dónde está situado?
Hoy nuestra noticia es una imagen, una fotografía. En ella se aprecia un puente ferroviario, situado a la entrada del núcleo urbano de Teulada. Un lugar público. Con acceso libre y a la vista de cualquier persona.
Son muchos los mensajes, las declaraciones de matrimonio, los “se casan”, los “te quiero” …que han colgado de las barandillas de este puente ferroviario donde hoy no pasa ningún tren. Es quizás la “red social” más antigua que conozco. Los escritos y dibujos en este muro “analógico” no solo llegaban entonces al destinatario. También eran leídos o en su caso vistos, por cientos…quizás miles de personas ajenas a una relación sentimental que nada tenía que ver con ellos, pero que despertaba un guiño de complicidad. Un vínculo emocional.
Hoy los tiempos han cambiado y las barandillas del viejo puente son un vestigio de un tiempo pasado. El anonimato de aquella vieja sábana tiene ahora nombres y apellidos. Los muros digitales, muestran tantas historias felices como infelices. Muestran quizás, demasiada información difícil de digerir.
Es complicado elegir entre ese obsoleto mundo analógico que estamos dejando atrás o la nueva era tecnológica en la que vivimos. Pero si me dan a elegir me quedo con un “te quiero pescadito” escrito en una sábana. Mañana…Dios dirá.
Hoy nuestra noticia es una imagen, una fotografía. En ella se aprecia un puente ferroviario, situado a la entrada del núcleo urbano de Teulada. Un lugar público. Con acceso libre y a la vista de cualquier persona.
Son muchos los mensajes, las declaraciones de matrimonio, los “se casan”, los “te quiero” …que han colgado de las barandillas de este puente ferroviario donde hoy no pasa ningún tren. Es quizás la “red social” más antigua que conozco. Los escritos y dibujos en este muro “analógico” no solo llegaban entonces al destinatario. También eran leídos o en su caso vistos, por cientos…quizás miles de personas ajenas a una relación sentimental que nada tenía que ver con ellos, pero que despertaba un guiño de complicidad. Un vínculo emocional.
Hoy los tiempos han cambiado y las barandillas del viejo puente son un vestigio de un tiempo pasado. El anonimato de aquella vieja sábana tiene ahora nombres y apellidos. Los muros digitales, muestran tantas historias felices como infelices. Muestran quizás, demasiada información difícil de digerir.
Es complicado elegir entre ese obsoleto mundo analógico que estamos dejando atrás o la nueva era tecnológica en la que vivimos. Pero si me dan a elegir me quedo con un “te quiero pescadito” escrito en una sábana. Mañana…Dios dirá.
























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