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Martes, 24 de Febrero de 2015 Tiempo de lectura:
A contracorriente

¿Qué pasa en el PSOE?

La descomposición interna —y electoral— del PSOE es común a los grandes partidos del sur de Europa. En el caso del socialismo, además, se percibe la falta de un proyecto coherente y creíble que ilusione a los ciudadanos y les dé confianza en el partido.

No estamos aquí en el caso de Venezuela, por ejemplo, donde la corrupción masiva y generalizada del socialista Carlos Andrés Pérez y su partido (ADECO) lo hizo desaparecer y propició la llegada devastadora de Hugo Chávez. La corrupción de los políticos europeos no es comparable a aquélla, pero la sensibilidad ciudadana ante ella es mucho mayor aquí.

 

El problema del PSOE no son, pues, sus luchas intestinas sino el agotamiento de un modelo socialdemócrata que impulsó Felipe González siguiendo muy a distancia el modelo alemán de Willy Brandt, quien renunció al marxismo en el congreso de Bad Godesberg, en 1959, y se apuntó al estado del bienestar del norte de Europa.

 

Pero, claro, los países nórdicos y quienes los emulan han sabido cohonestar la protección social a los débiles con el estímulo al trabajo, el desarrollo educativo y la productividad laboral. Aquí, en cambio, en la época de Rodríguez Zapatero se confundió la protección social con el subsidio, y la ayuda al necesitado con la falta de esfuerzo individual y colectivo por parte de los afectados.

 

El problema, digo, es común al sur de Europa. En Grecia, por ejemplo, el PASOC de Papandreu, que llegó a ser partido obligado de gobierno, se ha convertido en una formación absolutamente residual. Antes, en Italia, desaparecieron todos los partidos tradicionales —el PSI incluido—, surgiendo una serie de siglas políticas absolutamente nuevas.

 

Ésta es una posibilidad nada desdeñable en nuestro país debido al rápido e inevitable declive de los partidos tradicionales. Eso no quiere decir que vayan a desvanecerse las tendencias políticas a derecha e izquierda de nuestra sociedad y que ésta caiga bajo el manto totalitario de Podemos. Lo que sí puede suceder, en cambio, es que los grandes partidos acaben por reconvertirse totalmente y de que del PSOE dentro de poco no queden ni siquiera sus siglas centenarias.     

 

Enrique Arias Vega

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