Cosas minúsculas
Cuando Carlos I de España y V de Alemania sufría le próstata, le
introducían chinches en el meato, porque el cosquilleo que le producían
al caminar por la uretra le producía un relajamiento que le permitía
orinar. Este proocedimiento ingenioso fue inventado por Dioscórides y
todavía perduró bastante tiempo más. No fue el único remedio que se
empleó con el emperador, sus médicos también recurrían a la cal viva.
Fácil
es comprender que en determinados momentos los diminutos chinches eran
más importantes para él que cualquier embajador o ministro.
En la
actualidad, ciertos avances médicos hacen el papel de las chinches; la
gente vanidosa debe comprender que sigue dependiendo de cosas
minúsculas.
Los judios que eran llevados en grupo por las calles a
los centros de exterminio imploraban con la mirada un gesto amable a
las multitudes que, situadas en los márgenes, los contemplaban.
Recibirlo, les hubiera confortado, camino de la muerte que les esperaba.
Sin embargo, recibían odio y desprecio. Si alguno se sentía conmovido
por lo trágico de su situación, trataba de disimularlo, para evitar las
consecuencias que podría acarrear dicho pequeño gesto.
Un joven
que había sido condenado a pasar un tiempo en la cárcel, al recibir la
visita de uno de sus profesores le agarró con fuerza el brazo y le dijo:
¡Por favor, no me falle! Cumplida la pena y alcanzada la libertad,
emprendió una carrera exitosa y ya no volvió a delinquir. A veces basta
con que alguien tenga un brazo tendido en el que apoyarse, o crea que lo
tiene, para que se anime y haga el esfuerzo que exige la vida.
Serrat
es un pájaro de cuenta, como él mismo reconoce y demostró Arcadi
Espada, con la ayuda del gran Ramón Arcusa. En el blog de El Quicio de
la Mancebía se puede leer el texto, y algo más. Pero si viene aquí es
porque en una de sus canciones, Balada de otoño, va la siguiente frase:
«por una sonrisa doy todo lo que soy».
Cuando Carlos I de España y V de Alemania sufría le próstata, le
introducían chinches en el meato, porque el cosquilleo que le producían
al caminar por la uretra le producía un relajamiento que le permitía
orinar. Este proocedimiento ingenioso fue inventado por Dioscórides y
todavía perduró bastante tiempo más. No fue el único remedio que se
empleó con el emperador, sus médicos también recurrían a la cal viva.
Fácil
es comprender que en determinados momentos los diminutos chinches eran
más importantes para él que cualquier embajador o ministro.
En la
actualidad, ciertos avances médicos hacen el papel de las chinches; la
gente vanidosa debe comprender que sigue dependiendo de cosas
minúsculas.
Los judios que eran llevados en grupo por las calles a
los centros de exterminio imploraban con la mirada un gesto amable a
las multitudes que, situadas en los márgenes, los contemplaban.
Recibirlo, les hubiera confortado, camino de la muerte que les esperaba.
Sin embargo, recibían odio y desprecio. Si alguno se sentía conmovido
por lo trágico de su situación, trataba de disimularlo, para evitar las
consecuencias que podría acarrear dicho pequeño gesto.
Un joven
que había sido condenado a pasar un tiempo en la cárcel, al recibir la
visita de uno de sus profesores le agarró con fuerza el brazo y le dijo:
¡Por favor, no me falle! Cumplida la pena y alcanzada la libertad,
emprendió una carrera exitosa y ya no volvió a delinquir. A veces basta
con que alguien tenga un brazo tendido en el que apoyarse, o crea que lo
tiene, para que se anime y haga el esfuerzo que exige la vida.
Serrat
es un pájaro de cuenta, como él mismo reconoce y demostró Arcadi
Espada, con la ayuda del gran Ramón Arcusa. En el blog de El Quicio de
la Mancebía se puede leer el texto, y algo más. Pero si viene aquí es
porque en una de sus canciones, Balada de otoño, va la siguiente frase:
«por una sonrisa doy todo lo que soy».

























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