Yo creo que las nochebuenas las carga el diablo
¿Estáis seguros que esto de la Nochebuena es una cena para celebrar
lo del niño Dios, el del pesebre? porque yo no tengo muy claro si el
niño ese está ya hartito de tanta celebración o que el diablo aprovecha
que estamos en casa todos juntos para hacer de las suyas, porque tío, no
es normal, no-es-nor-mal, que una cena termine con 3 heridos. Uno
porque se cortó al abrir una lata de aceitunas, otro porque también se
pegó un cacho tajo al coger una copa que se cayó al suelo, y yo al
cortar un pequeño tomatito… y le llaman Nochebuena... tela.
Y es
que en Nochebuena siempre pasa igual. Lo celebráis 4,28, 188 o 4.788… y
todo dios en la cocina menos el niño Dios, que aún no ha nacido, que si
no… pues también él, la mula, el buey… ¡¡¡Mira que no hay casa!!!,
¡¡¡mira que no hay casa… !!! pues no, todos en la cocina, sin tener ni
idea y diciendo lo mismo: ¿Ayudo en algo?
Yo eso de «ayudo en
algo» lo dije por decir, lo dije… pues por eso, por lo que es, por
tradición; y al principio estuve por decir que me encargaba de abrir las
botellas de champaña, pero como vi que ya se me había adelantado uno,
el «ayudo en algo» fue tan bajito que realmente fue un susurro, pero por
lo visto mi familia tiene un oído de carallo e incluso algunas dotes
telepáticas, ya que fue decir «ayu… » y ya me encasquetaron un tomate
para cortarlo en rodajas.
Un tomate en rodajas...
Así
que lo primero que hice fue averiguar dónde estaba el betadine; luego
(sin que nadie se diera cuenta) comprobé si tenía el móvil cargado por
si había que llamar a urgencias y, después, flipante, miré mi mano y
tenía ¡¡¡¡un cuchillo!!!!
Ni que fuera magia; si saber cómo tenía
en mi mano el instrumento segador, cortador, aniquilador,
descuartizador, y empecé, pero no a cortar, sino a pensar: «¿Qué hago
con el cuchillo en la mano izquierda si no soy zurdo?», por lo que lo
cambié de mano y me dije: «vamos bien».
Y oye, parecerá una
tontería, pero eso me animó que no veas, y cavilé: «¿cómo se corta un
tomate?, y lo más importante ¿y en rodajas?, ¿tiene que ser en rodajas o
lo de rodajas lo han dicho así en plan orientación?, ¿pregunto o me
cayo?, ¿y en rodajas por qué lado del tomate?, ¿el tomate tiene lados?
¿hay un lado izquierdo y otro derecho?, ¿hay parte de adelante y parte
de atrás?
Mira si estaba concentrado con lo del tomate que
alguien dijo: «¿una copita?», y contesté que no, pero por suerte aún no
estaba totalmente absorto y cuando en la lejanía ya escuchaba
«coooopiiittaaaaaa, coooopppiiitpitaaaaaa», reaccioné y grité:
«sísísísííííi, sísísííííí...». ¡¡¡Dios que susto!!!
El tomate, en mi mano
Y
tras el sobresalto, volví al tema del tomate porque no era fácil. Yo lo
miraba, lo remiraba, pensaba por donde atacarle, me senté, incluso
encendí un cigarrillo, crucé las piernas, una bocanada, otra y umm ummm
no le veía yo por donde entrarle, no le veía. Entonces, mentalmente, me
acordé de los cocineros esos de la tele, que ponen la mano sobre él y,
luego, sassss, sasss, sasss, rodaja y rodaja, que como es la tele, no sé
si sola corta una y las demás son repeticiones, que las montan en
posproducción y él comenta la jugada en playback porque son tan, tan,
tan, iguales la rodajitas….
Así que cogí el tomate y no duró ni
un minuto, estaba tan por la labor que lo aprisioné de tal forma para
que no se escapara que los deshice, pero cuando digo deshacerlo es
deshacerlo, exprimido igualito que un limón. Y pensé: «pena que no lo
pidieran triturado, porque está que ni bordado», pero como lo quería en
rodajas…
Así que pedí otro, a la vez que una voz decía: «¿¡¡¡ya
está cortado uno!!!?». «¡¡¡Estoy en elloooo!!!», contesté, mientras giré
el cuello y los miré por si me había equivocado de familia, o es que no
saben que soy un inútil, iba a yo a cortar ahora un tomate a ritmo de
cocinero…
A ello con el tomate
Con el segundo
tomate ya todo fue mejor, pero mucho mejor; pero no para cortar, sino
para cogerlo, porque lo hice con una suavidad, con una tranquilidad…
colocándolo perfectamente sobre una superficie de madera que le llaman
tabla; pero claro, como no tenía un láser que me indicara por dónde
había que cortar… pues no sé que hice que se me desvió, como así hacia
la derecha ¿sabes?, y en vez de una rodaja me salió un cacho trozo tipo
queso triangular… por lo que pedí un tercer tomate, a ver si a la
tercera…
Y a la tercera no fallé. Me corté. Todos que si me
duele, que si fue mucho, que si poco... y yo no sé si es que nunca se
habían cortado, que no sabían que decir o me quieren mucho, pero más de
una hora bien a gusto hablaron de mi dedo. Yo no decía nada, de vez en
cuando miraba mi dedo, vendado como si fuera un helado de nata, y
callaba.
Un parto en casa
Y a las doce, por lo
visto, nació el niño del pesebre… yo sinceramente lo vi igual que a las
once, pero allí todos dijeron que nació y por no contrariar… El caso es
que lo miré así, de reojo, como retándolo, en plan «y por ti, así mi
dedo, por tiiiiiiii… ».
El chaval, oye, ni se inmutó, una
frialdad… y pensar que toda la fiesta era porque había nacido y que por
esa fiestecita de las narices estaba yo así, con el dedo… pues me
acerqué a él, le pegué una patada al buey y a la mula, fijé mi mirada en
sus ojos y le dije. «Mira niñito, el próximo año, si tengo que venir,
vengo; pero vengo después del parto ¿sabes?, que me duele el dedo a
horrores». Oye, ni mu; joé con el chaval.
¿Estáis seguros que esto de la Nochebuena es una cena para celebrar
lo del niño Dios, el del pesebre? porque yo no tengo muy claro si el
niño ese está ya hartito de tanta celebración o que el diablo aprovecha
que estamos en casa todos juntos para hacer de las suyas, porque tío, no
es normal, no-es-nor-mal, que una cena termine con 3 heridos. Uno
porque se cortó al abrir una lata de aceitunas, otro porque también se
pegó un cacho tajo al coger una copa que se cayó al suelo, y yo al
cortar un pequeño tomatito… y le llaman Nochebuena... tela.
Y es
que en Nochebuena siempre pasa igual. Lo celebráis 4,28, 188 o 4.788… y
todo dios en la cocina menos el niño Dios, que aún no ha nacido, que si
no… pues también él, la mula, el buey… ¡¡¡Mira que no hay casa!!!,
¡¡¡mira que no hay casa… !!! pues no, todos en la cocina, sin tener ni
idea y diciendo lo mismo: ¿Ayudo en algo?
Yo eso de «ayudo en
algo» lo dije por decir, lo dije… pues por eso, por lo que es, por
tradición; y al principio estuve por decir que me encargaba de abrir las
botellas de champaña, pero como vi que ya se me había adelantado uno,
el «ayudo en algo» fue tan bajito que realmente fue un susurro, pero por
lo visto mi familia tiene un oído de carallo e incluso algunas dotes
telepáticas, ya que fue decir «ayu… » y ya me encasquetaron un tomate
para cortarlo en rodajas.
Un tomate en rodajas...
Así
que lo primero que hice fue averiguar dónde estaba el betadine; luego
(sin que nadie se diera cuenta) comprobé si tenía el móvil cargado por
si había que llamar a urgencias y, después, flipante, miré mi mano y
tenía ¡¡¡¡un cuchillo!!!!
Ni que fuera magia; si saber cómo tenía
en mi mano el instrumento segador, cortador, aniquilador,
descuartizador, y empecé, pero no a cortar, sino a pensar: «¿Qué hago
con el cuchillo en la mano izquierda si no soy zurdo?», por lo que lo
cambié de mano y me dije: «vamos bien».
Y oye, parecerá una
tontería, pero eso me animó que no veas, y cavilé: «¿cómo se corta un
tomate?, y lo más importante ¿y en rodajas?, ¿tiene que ser en rodajas o
lo de rodajas lo han dicho así en plan orientación?, ¿pregunto o me
cayo?, ¿y en rodajas por qué lado del tomate?, ¿el tomate tiene lados?
¿hay un lado izquierdo y otro derecho?, ¿hay parte de adelante y parte
de atrás?
Mira si estaba concentrado con lo del tomate que
alguien dijo: «¿una copita?», y contesté que no, pero por suerte aún no
estaba totalmente absorto y cuando en la lejanía ya escuchaba
«coooopiiittaaaaaa, coooopppiiitpitaaaaaa», reaccioné y grité:
«sísísísííííi, sísísííííí...». ¡¡¡Dios que susto!!!
El tomate, en mi mano
Y
tras el sobresalto, volví al tema del tomate porque no era fácil. Yo lo
miraba, lo remiraba, pensaba por donde atacarle, me senté, incluso
encendí un cigarrillo, crucé las piernas, una bocanada, otra y umm ummm
no le veía yo por donde entrarle, no le veía. Entonces, mentalmente, me
acordé de los cocineros esos de la tele, que ponen la mano sobre él y,
luego, sassss, sasss, sasss, rodaja y rodaja, que como es la tele, no sé
si sola corta una y las demás son repeticiones, que las montan en
posproducción y él comenta la jugada en playback porque son tan, tan,
tan, iguales la rodajitas….
Así que cogí el tomate y no duró ni
un minuto, estaba tan por la labor que lo aprisioné de tal forma para
que no se escapara que los deshice, pero cuando digo deshacerlo es
deshacerlo, exprimido igualito que un limón. Y pensé: «pena que no lo
pidieran triturado, porque está que ni bordado», pero como lo quería en
rodajas…
Así que pedí otro, a la vez que una voz decía: «¿¡¡¡ya
está cortado uno!!!?». «¡¡¡Estoy en elloooo!!!», contesté, mientras giré
el cuello y los miré por si me había equivocado de familia, o es que no
saben que soy un inútil, iba a yo a cortar ahora un tomate a ritmo de
cocinero…
A ello con el tomate
Con el segundo
tomate ya todo fue mejor, pero mucho mejor; pero no para cortar, sino
para cogerlo, porque lo hice con una suavidad, con una tranquilidad…
colocándolo perfectamente sobre una superficie de madera que le llaman
tabla; pero claro, como no tenía un láser que me indicara por dónde
había que cortar… pues no sé que hice que se me desvió, como así hacia
la derecha ¿sabes?, y en vez de una rodaja me salió un cacho trozo tipo
queso triangular… por lo que pedí un tercer tomate, a ver si a la
tercera…
Y a la tercera no fallé. Me corté. Todos que si me
duele, que si fue mucho, que si poco... y yo no sé si es que nunca se
habían cortado, que no sabían que decir o me quieren mucho, pero más de
una hora bien a gusto hablaron de mi dedo. Yo no decía nada, de vez en
cuando miraba mi dedo, vendado como si fuera un helado de nata, y
callaba.
Un parto en casa
Y a las doce, por lo
visto, nació el niño del pesebre… yo sinceramente lo vi igual que a las
once, pero allí todos dijeron que nació y por no contrariar… El caso es
que lo miré así, de reojo, como retándolo, en plan «y por ti, así mi
dedo, por tiiiiiiii… ».
El chaval, oye, ni se inmutó, una
frialdad… y pensar que toda la fiesta era porque había nacido y que por
esa fiestecita de las narices estaba yo así, con el dedo… pues me
acerqué a él, le pegué una patada al buey y a la mula, fijé mi mirada en
sus ojos y le dije. «Mira niñito, el próximo año, si tengo que venir,
vengo; pero vengo después del parto ¿sabes?, que me duele el dedo a
horrores». Oye, ni mu; joé con el chaval.

























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