Sí hombre sí...
Y si un día me voy con otro....
No voy a entrar en eso de si la mujer vale más que el hombre, si el
hombre más que la mujer o por qué hoy me quedé sin tabaco y tuve que ir a
buscarlo al estanco lloviendo a mares, que eso sí que fue un problema y
grave.
Yo lo único que sé es que creo que estamos con ellas
porque como niños que somos necesitamos cariño y porque tenemos algo
innato a intentar saber lo desconocido; ahora, que por qué ellas están a
nuestro lado… te lo juro que ni flores porque puedo entender que una
mujer sea masoquista, una, pero todas… absolutamente todas… no puede
ser; pero eso se lo dejo al del Bimbo, a Punset, para que lo averigüe
con Hojfnisman Clairk, de la University of College Magnagement Tremend
de Juiskonsi.
Como digo, lo que pasa con las mujeres para mí es
muy raro. Tú estás en casa y de repente te dice: «Y si un día te engaño…
y si un día me voy con otro…». Y te lo dice no porque hayáis asistido a
un debate sobre la infidelidad o porque haya leído una noticia en el
periódico o escuchado algo en la radio… no, te lo dice en la cocina, así
porque sí, mientras estás haciendo una tortilla de patata y abres la
nevera para coger el tomate triturado Solís, que es oír lo que dice y
ver la marca, Solís, y ya piensas si realmente te estará engañando y te
vas a quedar más Solís que la una.
Y claro, cuando te pregunta
eso de… «y si un día me voy con otro…» pues cavilas: «¿Un día, solo un
día? Un día no, que hago yo solo un día; ahora un par dos años, dos o
seis, por ejemplo, pues ya es otro asunto, pero un día, 24 asquerosas
horas… bo».
De verdad que no las entiendo, y cuando me producen
algo así que ya me supera, es cuando dicen esa frase de: «Es que tú no
sabes cómo piensa una mujer». Mira, tú sabes ese deporte que se llama
golf, que hay un tío con un palitroque, otro 120.000 viéndolo en directo
en el campo, por la tele como 577.000 millones y nadie dice nada a la
espera de que meta la bola en el puto agujero ese… pues así me quedo yo,
en un silencio interminable cuando oigo la frase esa.
Cuando la
escucho, cuando dicen eso, te lo juro que me quedo como anestesiado,
paralizado, cloroformizado, miro para ellas y pienso: «¿Son humanas?»,
«¿son de verdad?», «¿son reales?», «¿las toco para comprobarlo?»,
«¿serán acaso esa vida que buscan en otro planeta y que ya está entre
nosotros?», «¿y cómo piensan, cómo piensan…?». Y en esas estoy cuando
oigo: «¡¡¡¡Guisaandeeeee!!!, trae el tomate, ¡¡¡en qué piensas!!!». Y
respondo: «En ti cariño, en ti» y a veces… en Solís.
No voy a entrar en eso de si la mujer vale más que el hombre, si el
hombre más que la mujer o por qué hoy me quedé sin tabaco y tuve que ir a
buscarlo al estanco lloviendo a mares, que eso sí que fue un problema y
grave.
Yo lo único que sé es que creo que estamos con ellas
porque como niños que somos necesitamos cariño y porque tenemos algo
innato a intentar saber lo desconocido; ahora, que por qué ellas están a
nuestro lado… te lo juro que ni flores porque puedo entender que una
mujer sea masoquista, una, pero todas… absolutamente todas… no puede
ser; pero eso se lo dejo al del Bimbo, a Punset, para que lo averigüe
con Hojfnisman Clairk, de la University of College Magnagement Tremend
de Juiskonsi.
Como digo, lo que pasa con las mujeres para mí es
muy raro. Tú estás en casa y de repente te dice: «Y si un día te engaño…
y si un día me voy con otro…». Y te lo dice no porque hayáis asistido a
un debate sobre la infidelidad o porque haya leído una noticia en el
periódico o escuchado algo en la radio… no, te lo dice en la cocina, así
porque sí, mientras estás haciendo una tortilla de patata y abres la
nevera para coger el tomate triturado Solís, que es oír lo que dice y
ver la marca, Solís, y ya piensas si realmente te estará engañando y te
vas a quedar más Solís que la una.
Y claro, cuando te pregunta
eso de… «y si un día me voy con otro…» pues cavilas: «¿Un día, solo un
día? Un día no, que hago yo solo un día; ahora un par dos años, dos o
seis, por ejemplo, pues ya es otro asunto, pero un día, 24 asquerosas
horas… bo».
De verdad que no las entiendo, y cuando me producen
algo así que ya me supera, es cuando dicen esa frase de: «Es que tú no
sabes cómo piensa una mujer». Mira, tú sabes ese deporte que se llama
golf, que hay un tío con un palitroque, otro 120.000 viéndolo en directo
en el campo, por la tele como 577.000 millones y nadie dice nada a la
espera de que meta la bola en el puto agujero ese… pues así me quedo yo,
en un silencio interminable cuando oigo la frase esa.
Cuando la
escucho, cuando dicen eso, te lo juro que me quedo como anestesiado,
paralizado, cloroformizado, miro para ellas y pienso: «¿Son humanas?»,
«¿son de verdad?», «¿son reales?», «¿las toco para comprobarlo?»,
«¿serán acaso esa vida que buscan en otro planeta y que ya está entre
nosotros?», «¿y cómo piensan, cómo piensan…?». Y en esas estoy cuando
oigo: «¡¡¡¡Guisaandeeeee!!!, trae el tomate, ¡¡¡en qué piensas!!!». Y
respondo: «En ti cariño, en ti» y a veces… en Solís.

























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