Sí hombre sí...
¿Tú crees en la predestinación?
¿Tú crees en la predestinación? Yo totalmente; es más, no creo, existe,
vamos que si existe. Mira; estaba yo ayer que no sabía qué escribir
cuando me presentan a un tipo, pero un tipo de esos lelos, lelos,
lelísimo, y fue como una especie de aparición porque fue hablar tres
palabras con él y entonces en segundos me vinieron a la mente como 1.500
de ideas para escribir sobre la estupidez humana. ¿Y tú crees que eso
fue casualidad… ? no, eso fue predestinación: Yo estaba predestinado
para encontrarme a ese tío y él para ser imbécil.
Es más, lo vi
al día siguiente; o sea hoy, y como seguía siendo imbécil, pues me dio
temas como para otros 1.500 artículos. Conclusión, la predestinación
existe y los imbéciles también.
¿Y tiene él la culpa de ser imbécil?
Pues no, el pobre no tiene la culpa, estaba predestinado. Por eso cuando
se fue, en vez de estrecharle la mano le di un abrazo como diciendo
«vaya, lo siento» porque fue abrazo no de esos fuertes de amigos, de
colegas, de alegría, de satisfacción, de de… no; fue un abrazo tirando
más bien a tanatorio, a entierro, a funeral, a un… «descansa en paz hijo
que total...».
Como digo, no es que crea en la predestinación,
no, existe, claro que existe. Y hasta tal punto estoy convencido de que
existe que cuando vas a nacer, pero justo antes, alguien o algo, no me
digas qué, te coge, te levanta, te da cuatro vueltas por el aire como la
masa de la pizza, te mira y remira y dice: «Este que tiene estas
piernas así medio bestias… futbolista; este que no lo tiene claro…
político; y este que tiene cara de sellos de correos… Rey». Oye, y dicho
y hecho. Uno sale futbolista, el otro político, y aquél... Rey.
Alucinante esto de la predestinación.
Y fíjate si existe la
predestinación, que si creo que existe, que no solo al conocer a ese
imbécil se me ocurrió este artículo; sino que seguro, pero segurísimo,
que tú; sí, tú, justo tú, estabas predestinado a leerlo. Y luego dicen
que la predestinación no existe… estás de coña, ¿verdad?
¿Tú crees en la predestinación? Yo totalmente; es más, no creo, existe,
vamos que si existe. Mira; estaba yo ayer que no sabía qué escribir
cuando me presentan a un tipo, pero un tipo de esos lelos, lelos,
lelísimo, y fue como una especie de aparición porque fue hablar tres
palabras con él y entonces en segundos me vinieron a la mente como 1.500
de ideas para escribir sobre la estupidez humana. ¿Y tú crees que eso
fue casualidad… ? no, eso fue predestinación: Yo estaba predestinado
para encontrarme a ese tío y él para ser imbécil.
Es más, lo vi
al día siguiente; o sea hoy, y como seguía siendo imbécil, pues me dio
temas como para otros 1.500 artículos. Conclusión, la predestinación
existe y los imbéciles también.
¿Y tiene él la culpa de ser imbécil?
Pues no, el pobre no tiene la culpa, estaba predestinado. Por eso cuando
se fue, en vez de estrecharle la mano le di un abrazo como diciendo
«vaya, lo siento» porque fue abrazo no de esos fuertes de amigos, de
colegas, de alegría, de satisfacción, de de… no; fue un abrazo tirando
más bien a tanatorio, a entierro, a funeral, a un… «descansa en paz hijo
que total...».
Como digo, no es que crea en la predestinación,
no, existe, claro que existe. Y hasta tal punto estoy convencido de que
existe que cuando vas a nacer, pero justo antes, alguien o algo, no me
digas qué, te coge, te levanta, te da cuatro vueltas por el aire como la
masa de la pizza, te mira y remira y dice: «Este que tiene estas
piernas así medio bestias… futbolista; este que no lo tiene claro…
político; y este que tiene cara de sellos de correos… Rey». Oye, y dicho
y hecho. Uno sale futbolista, el otro político, y aquél... Rey.
Alucinante esto de la predestinación.
Y fíjate si existe la
predestinación, que si creo que existe, que no solo al conocer a ese
imbécil se me ocurrió este artículo; sino que seguro, pero segurísimo,
que tú; sí, tú, justo tú, estabas predestinado a leerlo. Y luego dicen
que la predestinación no existe… estás de coña, ¿verdad?

























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