Se ríe la etarra, se ríe
Han soltado a la etarra, la han soltado. Y la etarra se ríe. La etarra
no tiene en cuenta, porque en su cerebro no cabe el razonamiento, sino
la barbarie, que si hubiera cometido sus fechorías en los países de esos
jueces del TEDH que han decretado su libertad, no es probable que
hubiera salido nunca de la cárcel.
Aunque habría que hacer una salvedad. En el país de uno de los diecisiete jueces sí.
Concretamente,
en el de Luis López Guerra, que curiosamente es el mismo que el de la
etarra, España. Me gustaría preguntarle a este señor si siente algún
tipo de simpatía por las víctimas del terrorismo. Si es capaz de ponerse
en su lugar. Albert Boadella hubiera añadido la palabra concretamente.
La
etarra se ríe porque la leyes de su país, que también es el mío, son
muy humanitarias con los etarras, y bastante menos con sus víctimas. Y
aún se queja y se burla la torpe. Intenta destruir un país cuyas leyes
son muy complacientes con ella.
No me duele ser del mismo país
que la etarra, porque nacer en su sitio no tiene ningún mérito. En todos
los países del mundo hay canallas. En lo que depende de lo buscado
voluntariamente, entre ella y yo hay un trecho insalvable. Por ella,
claro. No puede dejar de ser una canalla. Lo prueba su alegría, tan
alejada del arrepentimiento que debería mostrar si fuera una persona.
La
casta política española ha hecho posible todo esto y me temo que su
reacción va a ser la acostumbrada: se echarán las culpas unos a otros.
Sólo les importan las repercusiones electorales de las cosas que
ocurren. Tampoco se arrepentirán de no haberlo hecho bien.
Saben
que, electoralmente hablando, las víctimas del terrorismo no cuentan.
Han desactivado, por otra parte, su influencia en la sociedad.
No me preocupa la risa de la etarra. Me preocuparía si se me contagiara.
Han soltado a la etarra, la han soltado. Y la etarra se ríe. La etarra
no tiene en cuenta, porque en su cerebro no cabe el razonamiento, sino
la barbarie, que si hubiera cometido sus fechorías en los países de esos
jueces del TEDH que han decretado su libertad, no es probable que
hubiera salido nunca de la cárcel.
Aunque habría que hacer una salvedad. En el país de uno de los diecisiete jueces sí.
Concretamente,
en el de Luis López Guerra, que curiosamente es el mismo que el de la
etarra, España. Me gustaría preguntarle a este señor si siente algún
tipo de simpatía por las víctimas del terrorismo. Si es capaz de ponerse
en su lugar. Albert Boadella hubiera añadido la palabra concretamente.
La
etarra se ríe porque la leyes de su país, que también es el mío, son
muy humanitarias con los etarras, y bastante menos con sus víctimas. Y
aún se queja y se burla la torpe. Intenta destruir un país cuyas leyes
son muy complacientes con ella.
No me duele ser del mismo país
que la etarra, porque nacer en su sitio no tiene ningún mérito. En todos
los países del mundo hay canallas. En lo que depende de lo buscado
voluntariamente, entre ella y yo hay un trecho insalvable. Por ella,
claro. No puede dejar de ser una canalla. Lo prueba su alegría, tan
alejada del arrepentimiento que debería mostrar si fuera una persona.
La
casta política española ha hecho posible todo esto y me temo que su
reacción va a ser la acostumbrada: se echarán las culpas unos a otros.
Sólo les importan las repercusiones electorales de las cosas que
ocurren. Tampoco se arrepentirán de no haberlo hecho bien.
Saben
que, electoralmente hablando, las víctimas del terrorismo no cuentan.
Han desactivado, por otra parte, su influencia en la sociedad.
No me preocupa la risa de la etarra. Me preocuparía si se me contagiara.

























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