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Lunes, 21 de Octubre de 2013 Tiempo de lectura:

La nación, tal y como yo la veo

Las naciones han ido surgiendo de forma inevitable a causa de las necesidades coyunturales. En su origen fueron tribus, que se fueron engrandeciendo. Dicho en términos generales y por abreviar. El principio de todo es el carácter gregario del ser humano.

Las naciones llegaron a su realidad actual a través de los procesos propios de cada tiempo. Hay que considerar también que la configuración geográfica y las condiciones climáticas de cada sitio influyen en la forma de vida y el carácter de quienes viven en él. Pero esas condiciones son propias de los lugares y aunque afecten a las personas son ajenas a ellas. Las personas se adaptan a un sitio o a otro, pero eso no debería incidir en su personalidad.

No obstante, los gobiernos de las naciones, a veces en pro de interés general y otras en el propio han fomentado el sentimiento de pertenencia a una nación. Cuando se trata de defender unos ideales justos, puede ser un afán recomendable. Si de lo que se trata es de estar en contra de la esclavitud, o de la igualdad de la mujer, pongamos por caso, está bien decir: en esta nación no caben estas barbaridades. Pero cuando se trata de fomentar los instintos egoístas está muy feo.

En cualquier caso, la humanidad ha llegado al punto en el que el concepto nación es un obstáculo para el desarrollo. Ya vivimos en la aldea global. El dinero no tiene fronteras y las multinacionales se instalan en donde más les conviene. Los gobiernos no pueden imponer su ley, porque a la mínima el dinero huye. Pero para poder quitar una frontera los modos de vida a ambos lados de la misma han de ser parecidos. Los salarios han de ser similares, los valores deben ser homologables, etc. Cuando existe la posibilidad de quitar una frontera sin que el hecho no resulte traumático ni peligroso para nadie, debe quitarse.

Pero hay algo que frena este proceso natural. El acto de quitar fronteras es propio de la madurez. Y la madurez no es general en nuestro mundo. Abundan los que embarcados en el concepto de la patria, encuentran justificación en él para sus vidas particulares.

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