La crisis no es igual para todos
A CONTRACORRIENTE
Rodrigo Rato llevó a la ruina a Bankia y ahí le
tienen: sin haber perdido un duro de sus emolumentos en el banco
nacionalizado, al igual que antes le ocurrió en el FMI. Es más: acaba de
estrenar nuevo puesto como consejero bien retribuido en el Santander de
Emilio Botín sin dejar por ello de ser asesor bien pagado en la
Telefónica de César Alierta.
José Luis Olivas llegó a Bancaja —y
luego a Bankia— con una mano delante y otra detrás con el oscuro mérito
de haber presidido interinamente la Comunidad Valenciana. Tras lograr
destruir la entidad financiera, ahora es un millonario con sustanciosos
consejos de Administración obtenidos, obviamente, gracias a su impericia
profesional.
Dichosos sean los tipos como ellos. Estos dos no
son más que modestos ejemplos de quienes han dilapidado miles de
millones, obligado al Estado español a endeudarse con la Unión Europea, y
arruinado a decenas de miles de pequeños ahorradores que no han tenido
culpa de nada.
Se ve, pues, que la crisis no es igual para todos.
Sin quererlo, lo acaba de resumir Mariano Rajoy: “España ha salido de
la recesión, pero no de la crisis”, ha dicho. O sea, que podemos estar
contentos de que el PIB crezca, por ejemplo, un 1%, aunque sea al coste
de que siga en el paro el 25% de la población. Es decir, que una vez más
ese crecimiento no llega al conjunto de los ciudadanos.
Ante la
estólida impavidez de nuestra clase dirigente —no sólo de los políticos,
por supuesto—, habría que instaurar unas normas bien simples: ampliar
los delitos societarios a quienes malversan dinero ajeno; limitar los
sueldos de los altos directivos empresariales; inhabilitar para ciertos
cargos a quienes hayan mostrado su ineptitud para ellos; obligar a
devolver lo perdido por terceros a causa de los enjuagues de unos pocos…
y media docena de disposiciones más.
Así resultaría más
improbable la siguiente crisis y, sin que se acelerase suficientemente
la salida de ésta, al menos estarían más repartidas sus consecuencias y
no se beneficiarían de ella los mismos de siempre.
A CONTRACORRIENTE
Rodrigo Rato llevó a la ruina a Bankia y ahí le
tienen: sin haber perdido un duro de sus emolumentos en el banco
nacionalizado, al igual que antes le ocurrió en el FMI. Es más: acaba de
estrenar nuevo puesto como consejero bien retribuido en el Santander de
Emilio Botín sin dejar por ello de ser asesor bien pagado en la
Telefónica de César Alierta.
José Luis Olivas llegó a Bancaja —y
luego a Bankia— con una mano delante y otra detrás con el oscuro mérito
de haber presidido interinamente la Comunidad Valenciana. Tras lograr
destruir la entidad financiera, ahora es un millonario con sustanciosos
consejos de Administración obtenidos, obviamente, gracias a su impericia
profesional.
Dichosos sean los tipos como ellos. Estos dos no
son más que modestos ejemplos de quienes han dilapidado miles de
millones, obligado al Estado español a endeudarse con la Unión Europea, y
arruinado a decenas de miles de pequeños ahorradores que no han tenido
culpa de nada.
Se ve, pues, que la crisis no es igual para todos.
Sin quererlo, lo acaba de resumir Mariano Rajoy: “España ha salido de
la recesión, pero no de la crisis”, ha dicho. O sea, que podemos estar
contentos de que el PIB crezca, por ejemplo, un 1%, aunque sea al coste
de que siga en el paro el 25% de la población. Es decir, que una vez más
ese crecimiento no llega al conjunto de los ciudadanos.
Ante la
estólida impavidez de nuestra clase dirigente —no sólo de los políticos,
por supuesto—, habría que instaurar unas normas bien simples: ampliar
los delitos societarios a quienes malversan dinero ajeno; limitar los
sueldos de los altos directivos empresariales; inhabilitar para ciertos
cargos a quienes hayan mostrado su ineptitud para ellos; obligar a
devolver lo perdido por terceros a causa de los enjuagues de unos pocos…
y media docena de disposiciones más.
Así resultaría más
improbable la siguiente crisis y, sin que se acelerase suficientemente
la salida de ésta, al menos estarían más repartidas sus consecuencias y
no se beneficiarían de ella los mismos de siempre.

























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