De manzanas y señoras
Estaba en la cola del supermercado cuando le llegó el turno a la señora
que iba delante de mí. Llevaba su carrito plegado en los bajos del carro
del establecimiento. Lo sacó y al verlo desplegado me pareció
insuficiente para contener las cosas que llevaba.
Desplegó en un
momento toda la compra en la cinta y a continuación fue a llevar el
carro al sitio para recuperar la moneda. Todo esto mientras la cajera
todavía estaba cobrando al cliente anterior. Me fijé en la mercancía que
había en la cinta y vi que la había colocado exactamente en el mismo
orden en que la tenía que colocar en el carrito, como así fue. El
resultado final fue que la compra venía justa para llenar el carrito
hasta el tope.
Entonces le pregunté si al hacer la compra ya
calculaba lo que cabía en el carrito y me dijo que sí, riéndose. Lo
tenía todo tan medido y calculado que no me extrañaría nada que al ir a
la caja ya supiera el importe exacto que tenía que pagar.
Y eso
me llevó a pensar en que Isaac Newton descubrió la ley de la gravedad al
ver caer la manzana, y, en cambio, no se dio cuenta de que las mujeres
no son inferiores a los hombres. Me refiero a Isaac Newton porque según
Isaac Asimov es el talento más grande que ha dado la humanidad.
Es
que en el tiempo de Newton no existían los supermercados, alega
alguien. Pero las señoras de la época ya sabían hacer maravillas
culinarias con cuatro ingredientes mal contados. Y los tipos, muchos de
los cuales sólo sabían montar el arco y acertarle a una manzana con la
flecha, se las comían. Podían haber pensado, los que sabían pensar, que
para hacer esos guisos se necesita algo de talento.
También hay
otra historia por ahí de serpientes y manzanas, e incluso otra señora
que no es la del supermercado explicó algo sobre las peras y las
manzanas, pero esto ya no sé si tiene que ver o si sólo sirve para
ilustrar sobre el detalle, también digno de tener en cuenta, de que
tampoco todas las mujeres tienen talento.
Estaba en la cola del supermercado cuando le llegó el turno a la señora
que iba delante de mí. Llevaba su carrito plegado en los bajos del carro
del establecimiento. Lo sacó y al verlo desplegado me pareció
insuficiente para contener las cosas que llevaba.
Desplegó en un
momento toda la compra en la cinta y a continuación fue a llevar el
carro al sitio para recuperar la moneda. Todo esto mientras la cajera
todavía estaba cobrando al cliente anterior. Me fijé en la mercancía que
había en la cinta y vi que la había colocado exactamente en el mismo
orden en que la tenía que colocar en el carrito, como así fue. El
resultado final fue que la compra venía justa para llenar el carrito
hasta el tope.
Entonces le pregunté si al hacer la compra ya
calculaba lo que cabía en el carrito y me dijo que sí, riéndose. Lo
tenía todo tan medido y calculado que no me extrañaría nada que al ir a
la caja ya supiera el importe exacto que tenía que pagar.
Y eso
me llevó a pensar en que Isaac Newton descubrió la ley de la gravedad al
ver caer la manzana, y, en cambio, no se dio cuenta de que las mujeres
no son inferiores a los hombres. Me refiero a Isaac Newton porque según
Isaac Asimov es el talento más grande que ha dado la humanidad.
Es
que en el tiempo de Newton no existían los supermercados, alega
alguien. Pero las señoras de la época ya sabían hacer maravillas
culinarias con cuatro ingredientes mal contados. Y los tipos, muchos de
los cuales sólo sabían montar el arco y acertarle a una manzana con la
flecha, se las comían. Podían haber pensado, los que sabían pensar, que
para hacer esos guisos se necesita algo de talento.
También hay
otra historia por ahí de serpientes y manzanas, e incluso otra señora
que no es la del supermercado explicó algo sobre las peras y las
manzanas, pero esto ya no sé si tiene que ver o si sólo sirve para
ilustrar sobre el detalle, también digno de tener en cuenta, de que
tampoco todas las mujeres tienen talento.

























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