Los hay que al ver el horizonte desean volar hacia él
Horizontes humanos
La contemplación del horizonte induce a pensar en la grandeza. Hay gente
que la busca, y lo hace de forma callada. La verdadera grandeza no
necesita aplausos ni palmaditas en la espalda. Son las grandezas de
cartón-piedra las que se desviven por ser admiradas y aduladas.
Aquellos
que cultivan su espíritu tienen como ideal a la justicia y no soportan
la injusticia en ninguna de sus modalidades, pero mucho menos todavía
ser ellos quienes la cometen.
Los hay que renuncian a esa grandeza
que la vida regala como posibilidad, porque prefieren la comodidad
material. Un traidor siempre traiciona por dinero, o por algo que se
puede valorar. Algunos pueden decir que su precio es muy alto. Eso es
mentira. Quien traiciona por mil, puesto en la tesitura, también
traiciona por uno.
A los indefensos se les mira con lupa lo que
hacen, mientras que a los poderosos se les suele perdonar todo. Mala
suerte la de los poderosos. Al encontrar el perdón fácilmente, sienten
la tentación de deslizarse por la pendiente de la vileza. Como la gente
no se la ve, o no se la quiere ver, ellos ni se dan cuenta muchas veces.
Los
hay que al ver el horizonte desean volar hacia él, arrostrando todas
las dificultades que se puedan presentar y también están los que
prefieren buscar la paja por los suelos. Y si estos últimos ven que
alguno de los que han decidido volar se queda mirando una algarroba ya
tienen bastante para mortificarlo. No les interesa darse cuenta de que
aunque esté mirando la algarroba su interés primero está en el horizonte
y por muchas tentaciones que tenga por el camino, no va a olvidar la
meta que ha elegido.
Lo cierto es que la posibilidad de volar
(metafóricamente) es universal. Quienes la desdeñan es por decisión
personal. El horizonte está a la vista de todos. A unos les gusta más y a
otros les gusta menos.
La contemplación del horizonte induce a pensar en la grandeza. Hay gente
que la busca, y lo hace de forma callada. La verdadera grandeza no
necesita aplausos ni palmaditas en la espalda. Son las grandezas de
cartón-piedra las que se desviven por ser admiradas y aduladas.
Aquellos
que cultivan su espíritu tienen como ideal a la justicia y no soportan
la injusticia en ninguna de sus modalidades, pero mucho menos todavía
ser ellos quienes la cometen.
Los hay que renuncian a esa grandeza
que la vida regala como posibilidad, porque prefieren la comodidad
material. Un traidor siempre traiciona por dinero, o por algo que se
puede valorar. Algunos pueden decir que su precio es muy alto. Eso es
mentira. Quien traiciona por mil, puesto en la tesitura, también
traiciona por uno.
A los indefensos se les mira con lupa lo que
hacen, mientras que a los poderosos se les suele perdonar todo. Mala
suerte la de los poderosos. Al encontrar el perdón fácilmente, sienten
la tentación de deslizarse por la pendiente de la vileza. Como la gente
no se la ve, o no se la quiere ver, ellos ni se dan cuenta muchas veces.
Los
hay que al ver el horizonte desean volar hacia él, arrostrando todas
las dificultades que se puedan presentar y también están los que
prefieren buscar la paja por los suelos. Y si estos últimos ven que
alguno de los que han decidido volar se queda mirando una algarroba ya
tienen bastante para mortificarlo. No les interesa darse cuenta de que
aunque esté mirando la algarroba su interés primero está en el horizonte
y por muchas tentaciones que tenga por el camino, no va a olvidar la
meta que ha elegido.
Lo cierto es que la posibilidad de volar
(metafóricamente) es universal. Quienes la desdeñan es por decisión
personal. El horizonte está a la vista de todos. A unos les gusta más y a
otros les gusta menos.
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