No hay nada que envidie más una mala persona que la bondad
La belleza del almendro en flor
Hablar de la belleza es gratificante, pero también, en cierto modo, un
tanto azaroso. El problema principal es definir la belleza. No a todos
les parecen bellas las mismas cosas, ni a todos les afecta igual la
contemplación de algo bello.
El alma humana es bella cuando
corresponde a una buena persona. No cabe duda de ello e incluso induce
al sosiego de quienes la contemplan, en el caso de que también sean
buenas personas. A las que no lo son las llena de envidia. No hay nada
que envidie más una mala persona que la bondad.
La foto que
ilustra el texto es algo antigua. Me la envió un amigo de Parcent y en
ella conviven tres cosas bellas: la nieve en el peñón de Tárbena, las
naranjas y los almendros en flor.
Este es el tiempo del almendro en
flor, con cuya belleza pocas cosas pueden competir. El almendro en flor,
tan bello, también es muy delicado y está sujeto a muchos peligros.
Entre ellos, el del frío. En la foto, el frío está lejos, allá en lo
alto del peñón y el peligro que representa para las naranjas y las
flores del almendro no es inmediato. Más bien sirve para embellecer el
marco al añadir una tonalidad del blanco al blanco de la flores, en
contraste con el vivo colorido de las naranjas.
La belleza, la
fragilidad, la naturaleza que parece ingeniárselas para combinar cosas
útiles y hermosas, y como contrapartida esas cosas horrendas y dañinas,
en las que tampoco se puede dejar de pensar, puesto que tienen una
existencia real y palpable.
Las amenazas para tanta belleza
siempre están latentes, pero el mal no puede triunfar nunca sobre la
belleza, tan solo puede apagarla momentáneamente. El triunfo del mal es
efímero. Lo bello volverá y, mientras tanto, permanece en la memoria de
las gentes.
Hablar de la belleza es gratificante, pero también, en cierto modo, un
tanto azaroso. El problema principal es definir la belleza. No a todos
les parecen bellas las mismas cosas, ni a todos les afecta igual la
contemplación de algo bello.El alma humana es bella cuando
corresponde a una buena persona. No cabe duda de ello e incluso induce
al sosiego de quienes la contemplan, en el caso de que también sean
buenas personas. A las que no lo son las llena de envidia. No hay nada
que envidie más una mala persona que la bondad.
La foto que
ilustra el texto es algo antigua. Me la envió un amigo de Parcent y en
ella conviven tres cosas bellas: la nieve en el peñón de Tárbena, las
naranjas y los almendros en flor.
Este es el tiempo del almendro en
flor, con cuya belleza pocas cosas pueden competir. El almendro en flor,
tan bello, también es muy delicado y está sujeto a muchos peligros.
Entre ellos, el del frío. En la foto, el frío está lejos, allá en lo
alto del peñón y el peligro que representa para las naranjas y las
flores del almendro no es inmediato. Más bien sirve para embellecer el
marco al añadir una tonalidad del blanco al blanco de la flores, en
contraste con el vivo colorido de las naranjas.
La belleza, la
fragilidad, la naturaleza que parece ingeniárselas para combinar cosas
útiles y hermosas, y como contrapartida esas cosas horrendas y dañinas,
en las que tampoco se puede dejar de pensar, puesto que tienen una
existencia real y palpable.
Las amenazas para tanta belleza
siempre están latentes, pero el mal no puede triunfar nunca sobre la
belleza, tan solo puede apagarla momentáneamente. El triunfo del mal es
efímero. Lo bello volverá y, mientras tanto, permanece en la memoria de
las gentes.
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