Reflexiones en voz alta
Historia de un cadáver político
Opinión
Ciudadana
Cuentan
las malas lenguas, que ciertos políticos
no pueden soportar el no controlar todo lo que sucede a su
alrededor y eso es algo que, al menos en el ego de estos personajes, les es difícil de digerir. El problema es que
no ven más allá del particular mundo que
ellos mismos se han creado en torno a su figura y esto les lleva a creerse víctimas de su propio fracaso cuando al
fin logran vislumbrar que algo comienza a funcionar mal.
Quizás
es un buen momento para recordarle a este tipo de políticos que no están solos en su camino, pues su particular gestión del ordeno y mando,
suele ser aplaudida por quienes les acompañan en su travesía. Lastimosamente estos acompañantes en el viaje de no retorno, también parecen sufrir del mismo mal y
aunque en principio podrían saltar de ese barco, misteriosamente se agarran al
mástil del navío que se va a pique y si me apuran, hay algunos que aún se atan
con más fuerza pensando que en algún momento no terminaran su viaje como
simples náufragos en algún lugar donde
nada ni nadie les echará de menos. No se quieren dar cuenta de su trágico
final.
Este hundimiento no crean que se produce en unas
pocas horas , contrariamente, suele ser
un proceso de muchos meses (incluso años) donde las incontables vías de agua abiertas en la línea de
flotación de la nave que creen dirigir de forma impecable hacen finalmente
mella. Estos personajes, a pesar de ser
conscientes de que se pueden remediar esas roturas, utilizan métodos de
reparación incomprensibles y dinamitan
todo aquello que no les gusta pensando que hacer desaparecer esos problemas a
base de fuerza bruta es la solución.
Desgraciadamente cada ocasión que se les presenta para resolver un contrariedad o enderezar la nave retomando un rumbo
correcto, suelen desaprovecharla. Los
boquetes finalmente son imposibles
de reparar en plena navegación y sin
ningún puerto cercano, la embarcación termina por hundirse. Alejarse de la
protección de los diques es lo que tiene.
Finalmente
la figura del político se convierte en
una especie de "holandés errante" donde la brillante nave que habría
podido guiar sin contratiempos, deja paso a la visión de un barco fantasma.
A
partir de este momento el capitán y su tripulación se convierten en lo que
habitualmente escuchamos en muchos artículos de los diferentes medios de
comunicación. Los llaman: cadáveres
políticos.
Opinión Ciudadana
Cuentan las malas lenguas, que ciertos políticos no pueden soportar el no controlar todo lo que sucede a su alrededor y eso es algo que, al menos en el ego de estos personajes, les es difícil de digerir. El problema es que no ven más allá del particular mundo que ellos mismos se han creado en torno a su figura y esto les lleva a creerse víctimas de su propio fracaso cuando al fin logran vislumbrar que algo comienza a funcionar mal.
Quizás
es un buen momento para recordarle a este tipo de políticos que no están solos en su camino, pues su particular gestión del ordeno y mando,
suele ser aplaudida por quienes les acompañan en su travesía. Lastimosamente estos acompañantes en el viaje de no retorno, también parecen sufrir del mismo mal y
aunque en principio podrían saltar de ese barco, misteriosamente se agarran al
mástil del navío que se va a pique y si me apuran, hay algunos que aún se atan
con más fuerza pensando que en algún momento no terminaran su viaje como
simples náufragos en algún lugar donde
nada ni nadie les echará de menos. No se quieren dar cuenta de su trágico
final.
Este hundimiento no crean que se produce en unas pocas horas , contrariamente, suele ser un proceso de muchos meses (incluso años) donde las incontables vías de agua abiertas en la línea de flotación de la nave que creen dirigir de forma impecable hacen finalmente mella. Estos personajes, a pesar de ser conscientes de que se pueden remediar esas roturas, utilizan métodos de reparación incomprensibles y dinamitan todo aquello que no les gusta pensando que hacer desaparecer esos problemas a base de fuerza bruta es la solución.
Desgraciadamente cada ocasión que se les presenta para resolver un contrariedad o enderezar la nave retomando un rumbo correcto, suelen desaprovecharla. Los boquetes finalmente son imposibles de reparar en plena navegación y sin ningún puerto cercano, la embarcación termina por hundirse. Alejarse de la protección de los diques es lo que tiene.
Finalmente la figura del político se convierte en una especie de "holandés errante" donde la brillante nave que habría podido guiar sin contratiempos, deja paso a la visión de un barco fantasma.
A partir de este momento el capitán y su tripulación se convierten en lo que habitualmente escuchamos en muchos artículos de los diferentes medios de comunicación. Los llaman: cadáveres políticos.























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