La dignidad de quienes sostienen los pueblos en silencio
Cada mañana, cuando el municipio todavía bosteza entre el silencio y el primer murmullo de la vida cotidiana, aparece Franklyn Olaya recorriendo las calles de Teulada Moraira, con una escoba como compañera de trabajo. Muchos lo han visto sin reparar demasiado: su uniforme reflectante, su paso constante, esa voz ronca y a la vez melodiosa que saluda con un “buenos días” lleno de humanidad. Pero detrás de cada gesto hay una historia.
Franklyn (también conocido cariñosamente por Roncho) emigró de su país buscando un futuro mejor para su familia y para sí mismo. Dejó atrás su tierra, sus recuerdos y una parte de su corazón, con el único propósito de ofrecer algo más digno a los suyos. Y lo consiguió aquí, en este pequeño municipio de la provincia de Alicante como es Teulada Moraira, que ya siente como su propio hogar.
Su sonrisa diaria, pese al cansancio, al frío o al calor, encierra una lección de vida: la dignidad no depende del lugar ni del trabajo que uno desempeñe, sino del modo en que se vive. Lo recordaba la canción Dignity de Deacon Blue, esa melodía que hablaba de un hombre corriente, con un empleo humilde, que soñaba con su pequeño barco llamado “Dignity”, símbolo de esperanza y respeto por uno mismo.
Franklyn, sin saberlo quizá, representa ese mismo espíritu. Su barco no navega por el mar, sino por las calles de Teulada Moraira, donde cada día recoge los restos del mundo con la misma serenidad con la que alguien construye su destino.
Estas líneas son para él, y para tantos hombres y mujeres que, en algún momento, dejaron atrás lo que más querían —su familia, su casa, su país— para buscar un futuro con dignidad. Es un homenaje a los que trabajan en silencio, a los que sostienen la vida de los pueblos sin reclamar reconocimiento.
Ojalá hubiera más personas como Franklyn: ejemplos discretos de humanidad en una sociedad que a veces olvida lo que realmente importa.

Cada mañana, cuando el municipio todavía bosteza entre el silencio y el primer murmullo de la vida cotidiana, aparece Franklyn Olaya recorriendo las calles de Teulada Moraira, con una escoba como compañera de trabajo. Muchos lo han visto sin reparar demasiado: su uniforme reflectante, su paso constante, esa voz ronca y a la vez melodiosa que saluda con un “buenos días” lleno de humanidad. Pero detrás de cada gesto hay una historia.
Franklyn (también conocido cariñosamente por Roncho) emigró de su país buscando un futuro mejor para su familia y para sí mismo. Dejó atrás su tierra, sus recuerdos y una parte de su corazón, con el único propósito de ofrecer algo más digno a los suyos. Y lo consiguió aquí, en este pequeño municipio de la provincia de Alicante como es Teulada Moraira, que ya siente como su propio hogar.
Su sonrisa diaria, pese al cansancio, al frío o al calor, encierra una lección de vida: la dignidad no depende del lugar ni del trabajo que uno desempeñe, sino del modo en que se vive. Lo recordaba la canción Dignity de Deacon Blue, esa melodía que hablaba de un hombre corriente, con un empleo humilde, que soñaba con su pequeño barco llamado “Dignity”, símbolo de esperanza y respeto por uno mismo.
Franklyn, sin saberlo quizá, representa ese mismo espíritu. Su barco no navega por el mar, sino por las calles de Teulada Moraira, donde cada día recoge los restos del mundo con la misma serenidad con la que alguien construye su destino.
Estas líneas son para él, y para tantos hombres y mujeres que, en algún momento, dejaron atrás lo que más querían —su familia, su casa, su país— para buscar un futuro con dignidad. Es un homenaje a los que trabajan en silencio, a los que sostienen la vida de los pueblos sin reclamar reconocimiento.
Ojalá hubiera más personas como Franklyn: ejemplos discretos de humanidad en una sociedad que a veces olvida lo que realmente importa.




















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