Noticias de Teulada Moraira
Un árbol vuelve a brotar tras ser talado a ras de suelo en la Avenida del Portet de Moraira
Perspectiva desde la acera que muestra cómo las ramas han comenzado a extenderse hacia la calzada y la señalización vial.
En plena Avenida del Portet de Moraira, donde el asfalto se cruza con el paso de los días y las prisas de la gente, hay un rincón donde la vida se empeña en desafiar a todo pronóstico. Donde una vez hubo un árbol erguido y frondoso —cuyos motivos para ser talado ya forman parte del olvido urbano—, hoy sobrevive un tocón. Viejo, seco, partido. Un tronco que parecía condenado a ser testimonio mudo de lo que fue.
Sin embargo, la historia no terminó con el corte.
![[Img #43241]](https://teuladamorairadigital.es/upload/images/07_2025/7271_2-detalle-del-tocon-con-dos-ramas-nuevas-brotando-desde-su-base-junto-a-las-raices-expuestas-y-restosdegravaurbana.jpg)
Desde su base, de entre sus grietas, dos nuevas ramas verdes emergen con fuerza. No son altas aún, pero se abren paso entre piedras y polvo, desplegando hojas frescas al aire cálido de julio. En un entorno hostil, con tráfico, acera y bordillo, la naturaleza ha decidido no rendirse. No por orgullo. No por rebeldía. Sino por pura esencia.
“Podrán cortarnos, pero no eliminarnos”, parece decir el tocón al paseante atento.
Este fenómeno, pequeño en apariencia, es en realidad una poderosa alegoría. Una lección que no hace ruido, pero que late con intensidad: aun cuando nos den por acabados, cuando otros crean que ya no tenemos nada que ofrecer, siempre puede brotar vida nueva desde nuestras propias raíces. Incluso en el terreno más árido, incluso cuando parece que todo ha sido arrancado.
![[Img #43242]](https://teuladamorairadigital.es/upload/images/07_2025/2235_3-vista-general-del-arbol-talado-situado-en-una-jardinera-de-la-avenida-del-portet-donde-la-vegetacion-resurge-pese-alentornourbano.jpg)
El tocón de la Avenida del Portet, silencioso pero terco, nos recuerda que las caídas no son el final. Que resistir no siempre es permanecer de pie, sino permitirnos volver a crecer desde donde otros sólo ven ruinas.
Y así, en un borde de acera cualquiera, en un pueblo bañado por el Mediterráneo, late un símbolo para quien sepa detenerse a mirar. Porque la vida, como estas ramas, siempre encuentra el modo de decir: aquí sigo.

En plena Avenida del Portet de Moraira, donde el asfalto se cruza con el paso de los días y las prisas de la gente, hay un rincón donde la vida se empeña en desafiar a todo pronóstico. Donde una vez hubo un árbol erguido y frondoso —cuyos motivos para ser talado ya forman parte del olvido urbano—, hoy sobrevive un tocón. Viejo, seco, partido. Un tronco que parecía condenado a ser testimonio mudo de lo que fue.
Sin embargo, la historia no terminó con el corte.
Desde su base, de entre sus grietas, dos nuevas ramas verdes emergen con fuerza. No son altas aún, pero se abren paso entre piedras y polvo, desplegando hojas frescas al aire cálido de julio. En un entorno hostil, con tráfico, acera y bordillo, la naturaleza ha decidido no rendirse. No por orgullo. No por rebeldía. Sino por pura esencia.
“Podrán cortarnos, pero no eliminarnos”, parece decir el tocón al paseante atento.
Este fenómeno, pequeño en apariencia, es en realidad una poderosa alegoría. Una lección que no hace ruido, pero que late con intensidad: aun cuando nos den por acabados, cuando otros crean que ya no tenemos nada que ofrecer, siempre puede brotar vida nueva desde nuestras propias raíces. Incluso en el terreno más árido, incluso cuando parece que todo ha sido arrancado.
El tocón de la Avenida del Portet, silencioso pero terco, nos recuerda que las caídas no son el final. Que resistir no siempre es permanecer de pie, sino permitirnos volver a crecer desde donde otros sólo ven ruinas.
Y así, en un borde de acera cualquiera, en un pueblo bañado por el Mediterráneo, late un símbolo para quien sepa detenerse a mirar. Porque la vida, como estas ramas, siempre encuentra el modo de decir: aquí sigo.
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