La importancia de soñar: Una reflexión personal inspirada en la canción ‘Castillos en el Aire’
Desde que era niño, la canción "Castillos en el Aire" de Alberto Cortez me ha acompañado. En cada acorde y en cada estrofa, encuentro un recordatorio de lo esencial que es permitirse soñar, sin importar cuán inalcanzables o absurdas puedan parecer nuestras aspiraciones a los ojos de los demás.
Los "castillos en el aire" son metáforas de nuestras esperanzas y anhelos, esos sueños que guardamos con recelo, temerosos de compartirlos y ser ridiculizados. Pero ¿qué sería de nosotros si abandonáramos la capacidad de construir esos castillos imaginarios?
Lo que Cortez captura magistralmente en su canción es la dualidad de la vida. Por un lado, está la realidad pragmática que a menudo nos dice que soñar es inútil, que debemos centrarnos en lo tangible y en lo inmediato. Pero, por otro lado, está el anhelo del alma, la voz que nos susurra que hay algo más, que vale la pena aspirar a lo inalcanzable.
Por años, permití que la voz del pragmatismo acallara mi imaginación. Escogí el camino seguro, el menos arriesgado, el más predecible. Pero cada vez que escuchaba "Castillos en el Aire," sentía un vacío inmenso, como si una parte de mí supiera que estaba traicionando mi esencia.
Hasta que un día, decidí hacer caso a mi corazón.
La decisión no fue fácil. Abandonar la seguridad de lo conocido siempre es una tarea ardua. Pero a medida que me permitía soñar, descubrí que los castillos en el aire no eran solo fantasías. Eran destellos de lo que podía llegar a ser, metas que, aunque lejanas, podían trazarse y alcanzarse con suficiente determinación y esfuerzo.
No estoy diciendo que ahora viva en un estado constante de ensueño, pero he aprendido a equilibrar mi vida. Entiendo que los castillos en el aire son necesarios para encontrar el valor de levantarse cada día, para ver más allá de la rutina y la monotonía.
Nunca es tarde para empezar a construir mis propios castillos, no en el aire, sino en la realidad que yo elija forjar y por ello, siempre que sienta que mis sueños son simplemente fantasías inútiles, recordaré que incluso los castillos más grandiosos comenzaron como una idea, un sueño, un "castillo en el aire”.
Vicente Bolufer
Desde que era niño, la canción "Castillos en el Aire" de Alberto Cortez me ha acompañado. En cada acorde y en cada estrofa, encuentro un recordatorio de lo esencial que es permitirse soñar, sin importar cuán inalcanzables o absurdas puedan parecer nuestras aspiraciones a los ojos de los demás.
Los "castillos en el aire" son metáforas de nuestras esperanzas y anhelos, esos sueños que guardamos con recelo, temerosos de compartirlos y ser ridiculizados. Pero ¿qué sería de nosotros si abandonáramos la capacidad de construir esos castillos imaginarios?
Lo que Cortez captura magistralmente en su canción es la dualidad de la vida. Por un lado, está la realidad pragmática que a menudo nos dice que soñar es inútil, que debemos centrarnos en lo tangible y en lo inmediato. Pero, por otro lado, está el anhelo del alma, la voz que nos susurra que hay algo más, que vale la pena aspirar a lo inalcanzable.
Por años, permití que la voz del pragmatismo acallara mi imaginación. Escogí el camino seguro, el menos arriesgado, el más predecible. Pero cada vez que escuchaba "Castillos en el Aire," sentía un vacío inmenso, como si una parte de mí supiera que estaba traicionando mi esencia.
Hasta que un día, decidí hacer caso a mi corazón.
La decisión no fue fácil. Abandonar la seguridad de lo conocido siempre es una tarea ardua. Pero a medida que me permitía soñar, descubrí que los castillos en el aire no eran solo fantasías. Eran destellos de lo que podía llegar a ser, metas que, aunque lejanas, podían trazarse y alcanzarse con suficiente determinación y esfuerzo.
No estoy diciendo que ahora viva en un estado constante de ensueño, pero he aprendido a equilibrar mi vida. Entiendo que los castillos en el aire son necesarios para encontrar el valor de levantarse cada día, para ver más allá de la rutina y la monotonía.
Nunca es tarde para empezar a construir mis propios castillos, no en el aire, sino en la realidad que yo elija forjar y por ello, siempre que sienta que mis sueños son simplemente fantasías inútiles, recordaré que incluso los castillos más grandiosos comenzaron como una idea, un sueño, un "castillo en el aire”.
Vicente Bolufer
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