(Infra)Valoración
La vida nos ofrece diariamente situaciones que posiblemente no sabemos exprimirlas y sacarles el máximo partido. Es cierto que curiosamente, el ser humano es muy dado a crearse su propia rutina diaria con el fin de establecer una estabilidad que deje poco espacio para la espontaneidad e improvisación.
También es cierto que esta tendencia a lo estable nos provoca que no seamos capaces de darle la importancia a las cosas que verdaderamente se la merece. Y es que todos sabemos que aquello que es novedoso nos despierta un interés que va menguando conforme va pasando el tiempo.
Ejemplo de ello podemos observarlo en cualquier niño de edad no muy avanzada cuando recibe un juguete. Pero es que estos pequeños seres humanos juegan con un valor que curiosamente los adultos vamos perdiendo conforme vamos cogiendo años y es actuar y vivir tal y como lo sentimos.
Y esa carencia de sentimientos a la hora de actuar nos hace que frecuentemente muchas de las cosas que vivimos y hacemos pasen inadvertida y solo seamos capaces de darle la valoración que se merece cuando ya pasó.
Cuando alguna parte de ese engranaje que forma la monotonía se pierde o se rompe es cuando el mecanismo pierde su funcionamiento y anhelamos lo perdido. Dando lugar a la necesidad de recuperación o a la necesidad de sustitución.
La activación de una necesidad u otra va en función del grado de culpabilidad que tiene el ser humano, es decir, cuanto más culpa te sientas de haber perdido a alguien o algo, mayor necesidad tendrás de recuperarlo.
La rutina ciega, el egoísmo ensordece y la culpa enmudece
La vida nos ofrece diariamente situaciones que posiblemente no sabemos exprimirlas y sacarles el máximo partido. Es cierto que curiosamente, el ser humano es muy dado a crearse su propia rutina diaria con el fin de establecer una estabilidad que deje poco espacio para la espontaneidad e improvisación.
También es cierto que esta tendencia a lo estable nos provoca que no seamos capaces de darle la importancia a las cosas que verdaderamente se la merece. Y es que todos sabemos que aquello que es novedoso nos despierta un interés que va menguando conforme va pasando el tiempo.
Ejemplo de ello podemos observarlo en cualquier niño de edad no muy avanzada cuando recibe un juguete. Pero es que estos pequeños seres humanos juegan con un valor que curiosamente los adultos vamos perdiendo conforme vamos cogiendo años y es actuar y vivir tal y como lo sentimos.
Y esa carencia de sentimientos a la hora de actuar nos hace que frecuentemente muchas de las cosas que vivimos y hacemos pasen inadvertida y solo seamos capaces de darle la valoración que se merece cuando ya pasó.
Cuando alguna parte de ese engranaje que forma la monotonía se pierde o se rompe es cuando el mecanismo pierde su funcionamiento y anhelamos lo perdido. Dando lugar a la necesidad de recuperación o a la necesidad de sustitución.
La activación de una necesidad u otra va en función del grado de culpabilidad que tiene el ser humano, es decir, cuanto más culpa te sientas de haber perdido a alguien o algo, mayor necesidad tendrás de recuperarlo.
La rutina ciega, el egoísmo ensordece y la culpa enmudece

























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