Escuchar es hablar sin decir nada
Diariamente compartes con gente tú día a día y puedes observar la diferencia que existe entre unos y otros. Y no me refiero a algo tan obvio como es el físico, sino a otros aspectos más banales como son los rasgos de personalidad.
Es cierto que nuestra mente constantemente va clasificando -en función de los rasgos más distintivos y llamativos- para almacenarlos en los estereotipos o grupos mentales que tenemos creados, tales como la puntualidad, la irresponsabilidad o la simpatía… pero yo voy más allá, pienso que hay un rasgo que pasa desapercibido y se debería utilizar para clasificar a la persona que tenemos delante.
Pues bien, dicho rasgo es que la persona tenga la capacidad de saber escuchar. Y es que escuchar es un verbo muy recurrente verbalmente pero poco utilizado literalmente.
Es decir, hay dos tipos de personas, aquellas que saben atender, comprender e interesarse por lo que la otra persona les dice, y aquellas que solo necesitan hablar, que por regla general les importa poco lo del resto de la humanidad.
De hecho, hay un gran número de personas que pertenecen al grupo que necesita articular sus propias preocupaciones o pensamientos a los demás con el fin de sentirse mejor, y es que por lo general, el ser humano se siente más cómodo hablando sobre su vida que escuchando la de la otra persona.
Y es que creo y ratifico que la sociedad de hoy en día vivimos en un egoísmo capaz de provocarnos una necesidad irrefrenable por airear nuestra vida y dejar a un lado el resto, olvidando pues, que se aprende más por escuchar que por hablar.
Porque escuchar te enseña todo aquello que el hablar te oculta
Carolina Vallés Martí
Psicóloga. Máster en trastornos de la conducta alimentaria y trastornos de personalidad
Diariamente compartes con gente tú día a día y puedes observar la diferencia que existe entre unos y otros. Y no me refiero a algo tan obvio como es el físico, sino a otros aspectos más banales como son los rasgos de personalidad.
Es cierto que nuestra mente constantemente va clasificando -en función de los rasgos más distintivos y llamativos- para almacenarlos en los estereotipos o grupos mentales que tenemos creados, tales como la puntualidad, la irresponsabilidad o la simpatía… pero yo voy más allá, pienso que hay un rasgo que pasa desapercibido y se debería utilizar para clasificar a la persona que tenemos delante.
Pues bien, dicho rasgo es que la persona tenga la capacidad de saber escuchar. Y es que escuchar es un verbo muy recurrente verbalmente pero poco utilizado literalmente.
Es decir, hay dos tipos de personas, aquellas que saben atender, comprender e interesarse por lo que la otra persona les dice, y aquellas que solo necesitan hablar, que por regla general les importa poco lo del resto de la humanidad.
De hecho, hay un gran número de personas que pertenecen al grupo que necesita articular sus propias preocupaciones o pensamientos a los demás con el fin de sentirse mejor, y es que por lo general, el ser humano se siente más cómodo hablando sobre su vida que escuchando la de la otra persona.
Y es que creo y ratifico que la sociedad de hoy en día vivimos en un egoísmo capaz de provocarnos una necesidad irrefrenable por airear nuestra vida y dejar a un lado el resto, olvidando pues, que se aprende más por escuchar que por hablar.
Porque escuchar te enseña todo aquello que el hablar te oculta
Carolina Vallés Martí
Psicóloga. Máster en trastornos de la conducta alimentaria y trastornos de personalidad

























Normas de participación
Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.
Nos reservamos el derecho a eliminar los comentarios inapropiados.
La participación implica que ha leído y acepta las Normas de Participación y Política de Privacidad
Normas de Participación
Política de privacidad
Por seguridad guardamos tu IP
216.73.216.176