Sí hombre sí...
¿Por qué las mujeres nos sigue a todos lados?
Hay cosas que no cambian y no me digas porqué; pero si por lo que sea,
porque tienes hambre, porque no duermes o porque te da la gana, te
levantas de madrugada y vas a la cocina o al salón, siempre pasa lo
mismo. Al poco rato, unos 10 o 15 minutos, yo no sé qué tipo de
sensibilidad, sexto sentido o instinto básico tienen las mujeres, pero
por lo general oyes una voz que dice: «¿Qué haces levantado?».
Y
entonces mira para atrás y ves que aparece (porque no se puede decir que
entre, que entrar es otra cosa) a tu mujer. Y aparece como aparecen
todas a esas horas: Despeinada, medio dormida, tambaleándose porque no
acierta a dar dos pasos rectos con lo sobada que está, y en el peor de
los casos hasta es posible que oigas un «¡¡ay!!» porque se dio con el
dedo meñique en vete tú a saber en dónde, que también estás tú a esa
hora como para averiguarlo y hacer una tesis de Golpe en el pie o
despiste… vai tomar vento.
A mí cuando me sucede eso, la miro y
digo: «Qué voy a hacer… nada, que me desperté», lo cual es evidente,
aunque parece que no, ala vez que piensas: «Igual cree que mi ilusión es
levantarme todos los días a la cuatro de la mañana…» y tal cual lo
meditas, lo primero que se te viene a la cabeza es: «¡¡¡Dios qué
pijama!!!, ¡¡¡Dios, qué flores!!!!, pero cuándo dije yo que eso era
precioso…». Pero en fin, como tampoco estás para hablar de moda y
diseño, callas, que casi va a ser mejor.
Y entonces, entre que
ella está semidormida y tú también, empieza un diálogo surrealista en la
que se mezcla todo, especialmente la sordera. «¿Qué vas a comer?». Y te
da ganas de decir: «Qué voy a tomar… pues un vaso de leche, un yogurt,
un plátano… algo ligero, ahora que si es por hacerte feliz me zampo una
fabada… he hecho ya tantas cosas por ti…».
Y lo más alucinante,
como si lo llevara en los genes, como si su madre fuera una escoba y su
padre un cepillo, como un resorte te dice la frase que vienes oyendo
desde los visigodos: «No manches». Y tú piensas (porque esa es una
manía, que te suele dar por pensar), y cavilas: «Pues si te mancharas el
pijama… aún le daba yo un pase».
Pero en estas situaciones hasta hay
casos extraordinarios en los que aprovechando la situación, comenta: «Y
no lo olvides que hoy tienes que…» y tío, como si ella estuviera bajo
anestesia parcial menos el cerebro y fuera comandante de la Legión con
mando en plaza, empieza a soltar una retahíla de cosas, pero una
retahíla, a la vez que dice: «Ven para cama».
Y mientras tú
también sofronizado dices: «Sí, sí sí», coges el yogurt a una velocidad
que a punto estás de clavarte el código de barras; el plátano lo llevas
medio pelado en la mano que no sabes dónde poner la monda, te metes en
la piltra y te dices: «Ya está», que no tienes muy claro si ese «ya
está» es porque has comido o porque no hay más recados.
Y al día
siguiente… joé al día siguiente; o sea unas horas después, ella que se
levanta y te dice: «Oye, lo soñé u hoy tú te levantaste…», y respondes:
«lo soñaste hija, lo soñaste. Ay que soñadora me eres…», a la vez que te
dices: Sí, hombre, voy a ir hoy yo a la gestoría, a Hacienda, a
Telefónica, a Correos… bo, sigue soñando neniña, sigue soñando que así
vamos bien.
Hay cosas que no cambian y no me digas porqué; pero si por lo que sea,
porque tienes hambre, porque no duermes o porque te da la gana, te
levantas de madrugada y vas a la cocina o al salón, siempre pasa lo
mismo. Al poco rato, unos 10 o 15 minutos, yo no sé qué tipo de
sensibilidad, sexto sentido o instinto básico tienen las mujeres, pero
por lo general oyes una voz que dice: «¿Qué haces levantado?».
Y
entonces mira para atrás y ves que aparece (porque no se puede decir que
entre, que entrar es otra cosa) a tu mujer. Y aparece como aparecen
todas a esas horas: Despeinada, medio dormida, tambaleándose porque no
acierta a dar dos pasos rectos con lo sobada que está, y en el peor de
los casos hasta es posible que oigas un «¡¡ay!!» porque se dio con el
dedo meñique en vete tú a saber en dónde, que también estás tú a esa
hora como para averiguarlo y hacer una tesis de Golpe en el pie o
despiste… vai tomar vento.
A mí cuando me sucede eso, la miro y
digo: «Qué voy a hacer… nada, que me desperté», lo cual es evidente,
aunque parece que no, ala vez que piensas: «Igual cree que mi ilusión es
levantarme todos los días a la cuatro de la mañana…» y tal cual lo
meditas, lo primero que se te viene a la cabeza es: «¡¡¡Dios qué
pijama!!!, ¡¡¡Dios, qué flores!!!!, pero cuándo dije yo que eso era
precioso…». Pero en fin, como tampoco estás para hablar de moda y
diseño, callas, que casi va a ser mejor.
Y entonces, entre que
ella está semidormida y tú también, empieza un diálogo surrealista en la
que se mezcla todo, especialmente la sordera. «¿Qué vas a comer?». Y te
da ganas de decir: «Qué voy a tomar… pues un vaso de leche, un yogurt,
un plátano… algo ligero, ahora que si es por hacerte feliz me zampo una
fabada… he hecho ya tantas cosas por ti…».
Y lo más alucinante,
como si lo llevara en los genes, como si su madre fuera una escoba y su
padre un cepillo, como un resorte te dice la frase que vienes oyendo
desde los visigodos: «No manches». Y tú piensas (porque esa es una
manía, que te suele dar por pensar), y cavilas: «Pues si te mancharas el
pijama… aún le daba yo un pase».
Pero en estas situaciones hasta hay
casos extraordinarios en los que aprovechando la situación, comenta: «Y
no lo olvides que hoy tienes que…» y tío, como si ella estuviera bajo
anestesia parcial menos el cerebro y fuera comandante de la Legión con
mando en plaza, empieza a soltar una retahíla de cosas, pero una
retahíla, a la vez que dice: «Ven para cama».
Y mientras tú
también sofronizado dices: «Sí, sí sí», coges el yogurt a una velocidad
que a punto estás de clavarte el código de barras; el plátano lo llevas
medio pelado en la mano que no sabes dónde poner la monda, te metes en
la piltra y te dices: «Ya está», que no tienes muy claro si ese «ya
está» es porque has comido o porque no hay más recados.
Y al día
siguiente… joé al día siguiente; o sea unas horas después, ella que se
levanta y te dice: «Oye, lo soñé u hoy tú te levantaste…», y respondes:
«lo soñaste hija, lo soñaste. Ay que soñadora me eres…», a la vez que te
dices: Sí, hombre, voy a ir hoy yo a la gestoría, a Hacienda, a
Telefónica, a Correos… bo, sigue soñando neniña, sigue soñando que así
vamos bien.

























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