Escribir para el siglo próximo
Eso de escribir para el siglo próximo está bien como metáfora, pero no
tiene nada que ver con la realidad. Hay escritores que han visto
reconocida su obra después de muertos, pero también los hay que habiendo
tenido relativo éxito en vida sus obras, a pesar de que eran buenas,
fueron olvidadas tras su muerte.
Esto del éxito también es muy
relativo. A Gabriel Miró sólo lo leen quienes quieren mejorar su estilo,
lo que significa que puede darse el caso de que lo lean sin interés,
fijándose sólo en la forma.
Hay autores cuyos libros se venden
por decenas de miles que pudiendo escribir mejor, hacen concesiones a la
chabacanería para vender más.
El hecho de que un autor venda mucho y sea reconocido puede deberse a muchos factores, incluido el que lo merezca.
Pero
las masas de hoy no son mejores que las de los tiempos de Sócrates,
que, dicho sea de paso, sigue siendo mejor que la mayoría de nosotros.
La experiencia demuestra que en el caso de que sea así hacen falta
milenios para que ocurra.
La idea de que toda obra buena acaba
triunfando se basa en que ha ocurrido muchas veces, pero no hay ninguna
certeza de que haya ocurrido todas las veces. Sí que hay certeza de que
no todos los actos buenos que llevan a cabo los seres humanos son
reconocidos y premiados, puesto que lo que ocurre es que a menudo son
castigados.
El ansia de justicia es innato en el género humano,
pero luego la gente se desentiende, si no le atañe a uno directamente.
Incluso los que más entienden de la ética y mejor la explican son
capaces de comportarse injustamente con personas que no les interesan
mucho. El egoísmo, tan presente en nuestro mundo, es una de las formas
de la injusticia.
Escribir con la intención de que un día u otro
se reconozcan los méritos de lo escrito es un error. Cervantes lo
explicó en cinco palabras: Más vale merecer que alcanzar.
Eso de escribir para el siglo próximo está bien como metáfora, pero no
tiene nada que ver con la realidad. Hay escritores que han visto
reconocida su obra después de muertos, pero también los hay que habiendo
tenido relativo éxito en vida sus obras, a pesar de que eran buenas,
fueron olvidadas tras su muerte.
Esto del éxito también es muy
relativo. A Gabriel Miró sólo lo leen quienes quieren mejorar su estilo,
lo que significa que puede darse el caso de que lo lean sin interés,
fijándose sólo en la forma.
Hay autores cuyos libros se venden
por decenas de miles que pudiendo escribir mejor, hacen concesiones a la
chabacanería para vender más.
El hecho de que un autor venda mucho y sea reconocido puede deberse a muchos factores, incluido el que lo merezca.
Pero
las masas de hoy no son mejores que las de los tiempos de Sócrates,
que, dicho sea de paso, sigue siendo mejor que la mayoría de nosotros.
La experiencia demuestra que en el caso de que sea así hacen falta
milenios para que ocurra.
La idea de que toda obra buena acaba
triunfando se basa en que ha ocurrido muchas veces, pero no hay ninguna
certeza de que haya ocurrido todas las veces. Sí que hay certeza de que
no todos los actos buenos que llevan a cabo los seres humanos son
reconocidos y premiados, puesto que lo que ocurre es que a menudo son
castigados.
El ansia de justicia es innato en el género humano,
pero luego la gente se desentiende, si no le atañe a uno directamente.
Incluso los que más entienden de la ética y mejor la explican son
capaces de comportarse injustamente con personas que no les interesan
mucho. El egoísmo, tan presente en nuestro mundo, es una de las formas
de la injusticia.
Escribir con la intención de que un día u otro
se reconozcan los méritos de lo escrito es un error. Cervantes lo
explicó en cinco palabras: Más vale merecer que alcanzar.

























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