Va de capullos
Hoy va de capullos. Pero no de esos que luego se convierten en flor. No.
La flor está ahí para que se den cuenta de lo que se pierden por
quedarse a mitad camino. La rosa es bella en todas sus partes, y huele
bien.
Los capullos, en cambio, apestan. Apestan. Sus escritos
pueden ser larguísimos, como si fuera necesario machacar al lector con
una larga serie de argumentos todos parecidos y encaminados al mismo
fin; como si el lector tuviera que ser masoquista. Estos textos pueden
estar escritos de acuerdo con las más exigentes normas ortográficas, y
su sintaxis puede ser perfecta. En lo que se refiere a la forma, pueden
dibujar arabescos que recuerden la belleza. Y no obstante estos textos
cansan, aburren, matan de tedio. Y esto es así porque todo lo que
trasluce de ellos es odio, resentimiento, envidia, afán de venganza.
Estos largos textos son como largas diarreas, imparables diarreas. ¿Qué
habrán comido quienes las evacúan? ¿Jamón de Jabugo, gambas al ajillo,
langostino, caviar, coliflor con bechamel?
Alimentos caros,
probablemente. Platos guisados por los mejores cocineros. Lo que
importa, sin embargo, es la digestión. Ahí, en el proceso digestivo,
algo ha salido mal. Y la diarrea ha venido después.
No se trataba
de desear la muerte de Chávez, ni tampoco ahora la de Castro. Lo que se
desea es que los pueblos venezolano y cubano puedan vivir en libertad y
sin odio.
No se les deseaba ni se les desea el mal a Chávez ni a
Castro, sino el bien a sus presos políticos, a los venezolanos y
cubanos que viven oprimidos.
Los hay que con el puchero asegurado
desean la muerte a otras personas, pero no sólo la muerte, sino la
muerte atroz. Como si ganaran algo con ello, los muy capullos. Y los hay
que se alegran si una persona sufre un accidente. Se alegran y lo
dicen, para que todo el mundo sepa que son unos capullos.
Hoy va de capullos. Pero no de esos que luego se convierten en flor. No.
La flor está ahí para que se den cuenta de lo que se pierden por
quedarse a mitad camino. La rosa es bella en todas sus partes, y huele
bien.
Los capullos, en cambio, apestan. Apestan. Sus escritos
pueden ser larguísimos, como si fuera necesario machacar al lector con
una larga serie de argumentos todos parecidos y encaminados al mismo
fin; como si el lector tuviera que ser masoquista. Estos textos pueden
estar escritos de acuerdo con las más exigentes normas ortográficas, y
su sintaxis puede ser perfecta. En lo que se refiere a la forma, pueden
dibujar arabescos que recuerden la belleza. Y no obstante estos textos
cansan, aburren, matan de tedio. Y esto es así porque todo lo que
trasluce de ellos es odio, resentimiento, envidia, afán de venganza.
Estos largos textos son como largas diarreas, imparables diarreas. ¿Qué
habrán comido quienes las evacúan? ¿Jamón de Jabugo, gambas al ajillo,
langostino, caviar, coliflor con bechamel?
Alimentos caros,
probablemente. Platos guisados por los mejores cocineros. Lo que
importa, sin embargo, es la digestión. Ahí, en el proceso digestivo,
algo ha salido mal. Y la diarrea ha venido después.
No se trataba
de desear la muerte de Chávez, ni tampoco ahora la de Castro. Lo que se
desea es que los pueblos venezolano y cubano puedan vivir en libertad y
sin odio.
No se les deseaba ni se les desea el mal a Chávez ni a
Castro, sino el bien a sus presos políticos, a los venezolanos y
cubanos que viven oprimidos.
Los hay que con el puchero asegurado
desean la muerte a otras personas, pero no sólo la muerte, sino la
muerte atroz. Como si ganaran algo con ello, los muy capullos. Y los hay
que se alegran si una persona sufre un accidente. Se alegran y lo
dicen, para que todo el mundo sepa que son unos capullos.

























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