Lo vulgar
Mi interlocutora se desenvuelve mejor en inglés a pesar de que es
española y nació y fue criada en España. Y ahora que lo pienso me doy
cuenta de que no le preguntado por qué se fue a Inglaterra. El asunto es
que ella me dijo: lo que me ha pasado con esas personas se veía venir,
porque es gente vulgar, y la palabra vulgar la pronunció con entonación
inglesa, alargando la a y pronunciándola de modo muy abierto, como
queriéndola recalcar.
No es que mi interlocutora proceda de una
familia adinerada, ni mucho menos. No van por ahí los tiros. Emigró a
Inglaterra para ganarse la vida, pero es de las que no fallan.
La
gente vulgar de pronto se ve inmersa en una causa justa y parece que se
le haya hecho la luz. Quienes se hubieran muerto de hambre encuentran
un modo de ganarse la vida más que suficientemente, y esconden su
talante traidor y egoísta, vulgar a fin de cuentas, tras el ademán serio
y el gesto adusto; también los hay que le toman gusto al hecho de salir
en la televisión, sobre todo en la televisión, y otros medios, y la
causa, justa, acaba importándoles menos que la posibilidad de estar en
primer plano. En el candelabro, que diría aquélla.
La causa les
ha servido también para dejar de considerarse vulgares. Han visto que
hay otra gente a la que consideran peor que ellos. Ni siquiera se han
planteado la idea de que deberían demostrar que son mejores. Tampoco se
han parado a pensar si el hecho de que tengan razón en una cosa
significa que todo lo demás lo han hecho bien. Su propuesta ha
consistido en continuar todo igual que antes, aprovechando en su
beneficio los vientos favorables. Los malos son los malos, parecen
decir, y no se paran a pensar que quizá ellos estén comportándose de
modo igual de censurable.
Mi interlocutora ha actuado con
generosidad y desprendimiento. También me consta que no todas las
personas que defienden la causa son vulgares.
Mi interlocutora se desenvuelve mejor en inglés a pesar de que es
española y nació y fue criada en España. Y ahora que lo pienso me doy
cuenta de que no le preguntado por qué se fue a Inglaterra. El asunto es
que ella me dijo: lo que me ha pasado con esas personas se veía venir,
porque es gente vulgar, y la palabra vulgar la pronunció con entonación
inglesa, alargando la a y pronunciándola de modo muy abierto, como
queriéndola recalcar.
No es que mi interlocutora proceda de una
familia adinerada, ni mucho menos. No van por ahí los tiros. Emigró a
Inglaterra para ganarse la vida, pero es de las que no fallan.
La
gente vulgar de pronto se ve inmersa en una causa justa y parece que se
le haya hecho la luz. Quienes se hubieran muerto de hambre encuentran
un modo de ganarse la vida más que suficientemente, y esconden su
talante traidor y egoísta, vulgar a fin de cuentas, tras el ademán serio
y el gesto adusto; también los hay que le toman gusto al hecho de salir
en la televisión, sobre todo en la televisión, y otros medios, y la
causa, justa, acaba importándoles menos que la posibilidad de estar en
primer plano. En el candelabro, que diría aquélla.
La causa les
ha servido también para dejar de considerarse vulgares. Han visto que
hay otra gente a la que consideran peor que ellos. Ni siquiera se han
planteado la idea de que deberían demostrar que son mejores. Tampoco se
han parado a pensar si el hecho de que tengan razón en una cosa
significa que todo lo demás lo han hecho bien. Su propuesta ha
consistido en continuar todo igual que antes, aprovechando en su
beneficio los vientos favorables. Los malos son los malos, parecen
decir, y no se paran a pensar que quizá ellos estén comportándose de
modo igual de censurable.
Mi interlocutora ha actuado con
generosidad y desprendimiento. También me consta que no todas las
personas que defienden la causa son vulgares.

























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