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Lunes, 29 de Julio de 2013 Tiempo de lectura:

Opinión ciudadana: Anteponer la verdad y el interés general

Opinión Ciudadana


Todos coincidimos en que  democracia, con sus imperfecciones, es el mejor de los sistemas políticos conocidos. Uno de sus  valores lo encontramos en la Constitución: ”Los partidos políticos expresan el pluralismo político, concurren a la formación de la voluntad popular y son instrumento fundamental para la participación política. Su estructura interna y su funcionamiento deberán ser democráticos”.

Esto es lo que dice la Constitución, pero la realidad dista bastante del contenido de esta declaración, porque lamentablemente se ha llegado a entender la política como un medio de vida exclusivo para una casta de irresponsables sin escrúpulos.

Solo cabe estar atentos a posibles conflictos locales, alimentarlos, y seguir las indicaciones de los dirigentes de un partido dominante.

Manipular a los unos y mantener una actitud de  sumisión y servilismo con los otros, todo ello retroalimentado por falsos e hipócritas halagos. El objeto es subir, aun pisando cadáveres, no  importan los demás salvo para sacar provecho.

Invierten mucho (dinero del contribuyente) en lavado de imagen, se atribuyen hasta la benevolencia climatológica y nos ofrecen pura fantasía electoral. Encantadores de serpientes que nos venden humo (la serpiente, el encanto y el humo lo paga el contribuyente, siempre).

Crean su propio ejercito (también con dinero del contribuyente) para controlar todo aquello que se mueve, desde la sociedad de jilgueros cantores hasta los mas sofisticados movimientos urbanísticos.

Su comportamiento hace un tremendo daño a la noble acción política y, en consecuencia  a la sociedad.

Por ello, la política, como servicio ciudadano, necesita personas que,  antepongan la verdad el bien común al interés personal, particular o partidista, que admitan la realidad, sus propias limitaciones y las de los demás y, sobretodo,  que no sean rehenes de nadie, incluso  de sus propias fantasías.

Jordi Martínez Durà





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