En manos de las autonomías
A contracorriente
Diga lo que diga Soraya Sáenz de Santamaría, ni se va a adelgazar
nuestra Administración, ni se van a ahorrar 37.000 millones y ni
siquiera las Comunidades Autónomas del PP le van a hacer caso al
Gobierno.
Los políticos nacionalistas ya lo han manifestado alto y
claro, como el catalán Andreu Mas-Colell: “La Generalitat no va a
devolver jamás ninguna competencia al Estado”. Toma ya. Pero es que los
no nacionalistas tampoco están por la labor. Por ejemplo, José Císcar,
segundo hombre del PP en la Comunidad Valenciana y portavoz de ese
Gobierno regional, ya ha advertido que ellos no suprimirán ni su propio
tribunal de cuentas, ni su defensor del pueblo, ni muchos otros
organismos autonómicos.
Su argumento es bien simple: las
competencias del Estatuto de Autonomía Valenciano no puede modificarlas
el Gobierno, ya que para reformar el texto legal hace falta una doble
mayoría cualificada, tanto en las Cortes valencianas como en las de
Madrid.
Tenemos, por consiguiente, en España un Estado autonómico
blindado, con atribuciones regionales a cuál más pintoresca y con una
producción legislativa de 3.000 normas estatales al año —que no son moco
de pavo— frente al aluvión de 10.000 más de las Comunidades Autónomas. O
sea, que diga lo que diga el Estado cualquier cacique regional, aunque
sea del mismo partido que el del Gobierno central, se lo puede saltar a
la torera.
Así que tanto da el que Rajoy y Pérez Rubalcaba se
echen los trastos a la cabeza o lleguen a firmar acuerdos sobre los
temas más inimaginables. Mientras no logren embridar los particularismos
regionales y las veleidades más o menos secesionistas, seguirá habiendo
una proliferación abstrusa de normas, duplicidades a gogó, organismos
autónomos perfectamente prescindibles y gastos crecientes a mayor gloria
de los respectivos caudillos autonómicos, sean del partido que fueren.
Ya
ven si son ingenuos —o hipócritas— Sáenz de Santamaría y sus congéneres
cuando hacen tan melodramáticas e incumplibles profecías sobre reformas
políticas. Allá ellos.
A contracorriente
Diga lo que diga Soraya Sáenz de Santamaría, ni se va a adelgazar
nuestra Administración, ni se van a ahorrar 37.000 millones y ni
siquiera las Comunidades Autónomas del PP le van a hacer caso al
Gobierno.
Los políticos nacionalistas ya lo han manifestado alto y
claro, como el catalán Andreu Mas-Colell: “La Generalitat no va a
devolver jamás ninguna competencia al Estado”. Toma ya. Pero es que los
no nacionalistas tampoco están por la labor. Por ejemplo, José Císcar,
segundo hombre del PP en la Comunidad Valenciana y portavoz de ese
Gobierno regional, ya ha advertido que ellos no suprimirán ni su propio
tribunal de cuentas, ni su defensor del pueblo, ni muchos otros
organismos autonómicos.
Su argumento es bien simple: las
competencias del Estatuto de Autonomía Valenciano no puede modificarlas
el Gobierno, ya que para reformar el texto legal hace falta una doble
mayoría cualificada, tanto en las Cortes valencianas como en las de
Madrid.
Tenemos, por consiguiente, en España un Estado autonómico
blindado, con atribuciones regionales a cuál más pintoresca y con una
producción legislativa de 3.000 normas estatales al año —que no son moco
de pavo— frente al aluvión de 10.000 más de las Comunidades Autónomas. O
sea, que diga lo que diga el Estado cualquier cacique regional, aunque
sea del mismo partido que el del Gobierno central, se lo puede saltar a
la torera.
Así que tanto da el que Rajoy y Pérez Rubalcaba se
echen los trastos a la cabeza o lleguen a firmar acuerdos sobre los
temas más inimaginables. Mientras no logren embridar los particularismos
regionales y las veleidades más o menos secesionistas, seguirá habiendo
una proliferación abstrusa de normas, duplicidades a gogó, organismos
autónomos perfectamente prescindibles y gastos crecientes a mayor gloria
de los respectivos caudillos autonómicos, sean del partido que fueren.
Ya
ven si son ingenuos —o hipócritas— Sáenz de Santamaría y sus congéneres
cuando hacen tan melodramáticas e incumplibles profecías sobre reformas
políticas. Allá ellos.

























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