Mucho han cambiado las cosas
A contracorriente
Mucho han cambiado las cosas cuando la infanta
Cristina no se atreve a ir a la boda de la hija de su jefe, Isidro
Fainé, y bastantes invitados no habrían querido que los vieran con ella,
cuando antes se pegaban por salir en la foto.
También muchos ex
directivos de cajas de ahorros, como el ex presidente de Bancaja, José
Luis Olivas, no pueden comer en un restaurante sin que otros comensales
los increpen. ¡Y qué no decir de los escraches y otras formas de acoso!
Y es que la gente está hasta el gorro de los abusos, engaños, prepotencia y estafa de la antes llamada clase dirigente.
No
es por casualidad que estén simultáneamente en la cárcel uno de los
principales banqueros del país, Miguel Blesa, y el ex jefe de la
patronal, Díaz Ferrán. Todo ello porque los jueces comienzan a sentirse
protagonistas de un proceso de regeneración social, como sus colegas
italianos durante la tangentópolis de los años 90.
No es de
extrañar, por consiguiente, la creciente imputación criminal de
políticos, hasta tal punto que la decena de afectados del PP en las
Cortes Valencianas podrían constituir el tercer grupo parlamentario de
esa Cámara.
Nuestra clase dirigente, sin embargo, continúa
comportándose como si nada pasase: banqueros y otros empresarios siguen
con sus sicavs y otras mañas fiscales por las que Hacienda les devuelve
dinero mientras que a la clase media la empobrece; los políticos se
niegan a modificar el Senado, reducir municipios, quitar diputaciones,
prescindir de empresas y asesores y disminuir el número de cargos
públicos.
Mariano Rajoy y quienes son como él, creen que esto
sólo es un sarampión ciudadano y que se pasará a base de tiempo y
cataplasmas.
No saben la que les espera: en las próximas
elecciones municipales surgirán agrupaciones electorales como hongos y,
antes que ellas, en las europeas, la mayoría de los ciudadanos les dará
la espalda. Ellos aún no lo saben, insisto, pero esta generación de
políticos egoístas e insolidarios está llegando a su fin y en poco
tiempo todos ellos también se quedarán en el paro.
A contracorriente
Mucho han cambiado las cosas cuando la infanta
Cristina no se atreve a ir a la boda de la hija de su jefe, Isidro
Fainé, y bastantes invitados no habrían querido que los vieran con ella,
cuando antes se pegaban por salir en la foto.
También muchos ex
directivos de cajas de ahorros, como el ex presidente de Bancaja, José
Luis Olivas, no pueden comer en un restaurante sin que otros comensales
los increpen. ¡Y qué no decir de los escraches y otras formas de acoso!
Y es que la gente está hasta el gorro de los abusos, engaños, prepotencia y estafa de la antes llamada clase dirigente.
No
es por casualidad que estén simultáneamente en la cárcel uno de los
principales banqueros del país, Miguel Blesa, y el ex jefe de la
patronal, Díaz Ferrán. Todo ello porque los jueces comienzan a sentirse
protagonistas de un proceso de regeneración social, como sus colegas
italianos durante la tangentópolis de los años 90.
No es de
extrañar, por consiguiente, la creciente imputación criminal de
políticos, hasta tal punto que la decena de afectados del PP en las
Cortes Valencianas podrían constituir el tercer grupo parlamentario de
esa Cámara.
Nuestra clase dirigente, sin embargo, continúa
comportándose como si nada pasase: banqueros y otros empresarios siguen
con sus sicavs y otras mañas fiscales por las que Hacienda les devuelve
dinero mientras que a la clase media la empobrece; los políticos se
niegan a modificar el Senado, reducir municipios, quitar diputaciones,
prescindir de empresas y asesores y disminuir el número de cargos
públicos.
Mariano Rajoy y quienes son como él, creen que esto
sólo es un sarampión ciudadano y que se pasará a base de tiempo y
cataplasmas.
No saben la que les espera: en las próximas
elecciones municipales surgirán agrupaciones electorales como hongos y,
antes que ellas, en las europeas, la mayoría de los ciudadanos les dará
la espalda. Ellos aún no lo saben, insisto, pero esta generación de
políticos egoístas e insolidarios está llegando a su fin y en poco
tiempo todos ellos también se quedarán en el paro.

























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