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Lunes, 17 de Diciembre de 2012 Tiempo de lectura:
Reflexiones en voz alta

Historia de un cadáver político

Opinión Ciudadana


Cuentan las malas lenguas, que ciertos políticos no pueden soportar el  no controlar todo lo que sucede a su alrededor y eso es algo que, al menos en el ego de estos personajes,  les es difícil de digerir. El problema es que no ven más allá del  particular mundo que ellos mismos se han creado en torno a su figura y esto les lleva a creerse víctimas de su propio fracaso cuando al fin logran vislumbrar que algo comienza a funcionar mal.

 

[Img #12649]Quizás es un buen momento para recordarle a este tipo de políticos  que no están solos en su camino, pues  su particular gestión del ordeno y mando, suele ser  aplaudida  por quienes les acompañan en  su travesía. Lastimosamente estos acompañantes en el viaje de no retorno, también parecen sufrir del mismo mal y aunque en principio podrían saltar de ese barco, misteriosamente se agarran al mástil del navío que se va a pique y si me apuran, hay algunos que aún se atan con más fuerza pensando que en algún momento no terminaran su viaje como simples náufragos en algún lugar donde nada ni nadie les echará de menos. No se quieren dar cuenta de su trágico final.

 

Este hundimiento no crean que se produce en unas pocas horas , contrariamente, suele ser un proceso de muchos meses (incluso años) donde las incontables  vías de agua abiertas en la línea de flotación de la nave que creen dirigir de forma impecable hacen finalmente mella. Estos personajes, a pesar de ser conscientes de que se pueden remediar esas roturas, utilizan métodos de reparación incomprensibles y  dinamitan todo aquello que no les gusta pensando que hacer desaparecer esos problemas a base de fuerza bruta es la solución.

 

Desgraciadamente  cada ocasión que se les presenta para  resolver un contrariedad  o enderezar la nave retomando un rumbo correcto,  suelen desaprovecharla.  Los  boquetes finalmente son  imposibles de reparar en plena navegación  y sin ningún puerto cercano, la embarcación termina por hundirse. Alejarse de la protección de los diques es lo que tiene.

 

Finalmente la figura del  político se convierte en una especie de "holandés errante" donde la brillante nave que habría podido guiar sin contratiempos, deja paso a la visión de  un barco fantasma.

 

A partir de este momento el capitán y su tripulación se convierten en lo que habitualmente escuchamos en muchos artículos de los diferentes medios de comunicación. Los llaman:  cadáveres políticos.

 

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