Una reflexión personal
Soy menor… ¿y qué?
A contracorriente
Centenares de menores asistieron a la trágica fiesta de
Halloween en el Madrid Arena sin que nadie les pidiese el DNI. En seguida, la
hipocresía social ha puesto el grito en el cielo por semejante dejadez
administrativa. Pero, ¿quién es el guapo que se atreve a exigir el carnet en la
puerta de muchos de estos establecimientos?
Para empezar, se quedaría sin clientela. Lo más probable,
además, es que se organizase un gatuperio de la leche.
En primer lugar, porque en este país las reglas nos las
pasamos por la entrepierna. Lo mismo las leyes fiscales que las normas de
tráfico. Y es que nos hemos acostumbrado tanto a tener sólo derechos que
cualquier limitación la consideramos un atropello. Nuestra permisividad ante
las transgresiones es una de las características que más asombran a los
extranjeros y algunos de ellos —como los borrachos ingleses en Lloret de Mar—
sólo vienen a España a saltarse todas las reglas.
Como contraste, recuerdo haber invitado a comer a una alumna
mía en Estados Unidos y que el camarero, con su vaso de vino en la mano, no se
lo sirvió hasta que ella hubo acreditado que tenía más de 21 años. Si un
camarero hiciese algo similar aquí se le caería el pelo.
Además, ¿en qué consiste ser menor en España? Si a los 16 se
puede trabajar, a los 15 conducir ciclomotores, a los 14 entrar en las redes
sociales y a los 13 tener relaciones sociales consentidas, ¿a quién le importa
que a los 17 vayan a una fiesta por cutre que ésta sea?
Lo cierto es que, entre una cosa y otra, con tanta
permisividad y tanta leche, nuestros jóvenes son ya demasiado viejos y ya no
hay nadie que pueda devolverles a una mojigata juventud como las de antaño.
Enrique Arias Vega:
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de
Catalunya, de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la
Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta
y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en
prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios
en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro
Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005), el de periodismo social de
la Comunidad Valenciana, Convivir (2006) y el de Compostela Monumental (2011).
Sus últimos libros publicados han sido una compilación de
artículos de prensa, como España y otras impertinencias (2009) y otra de
relatos cortos, Nada es lo que parece (2008). Es autor, también, entre otras
obras, de la novela El Ejecutivo (2006), de la que ya van publicadas tres
ediciones, de Ir contra corriente (2007), Valencia, entre el cielo y el
infierno (2008) y una antología de semblanzas bajo el título de Personajes de
toda la vida (2007).
A contracorriente
Centenares de menores asistieron a la trágica fiesta de Halloween en el Madrid Arena sin que nadie les pidiese el DNI. En seguida, la hipocresía social ha puesto el grito en el cielo por semejante dejadez administrativa. Pero, ¿quién es el guapo que se atreve a exigir el carnet en la puerta de muchos de estos establecimientos?
Para empezar, se quedaría sin clientela. Lo más probable, además, es que se organizase un gatuperio de la leche.
En primer lugar, porque en este país las reglas nos las pasamos por la entrepierna. Lo mismo las leyes fiscales que las normas de tráfico. Y es que nos hemos acostumbrado tanto a tener sólo derechos que cualquier limitación la consideramos un atropello. Nuestra permisividad ante las transgresiones es una de las características que más asombran a los extranjeros y algunos de ellos —como los borrachos ingleses en Lloret de Mar— sólo vienen a España a saltarse todas las reglas.
Como contraste, recuerdo haber invitado a comer a una alumna mía en Estados Unidos y que el camarero, con su vaso de vino en la mano, no se lo sirvió hasta que ella hubo acreditado que tenía más de 21 años. Si un camarero hiciese algo similar aquí se le caería el pelo.
Además, ¿en qué consiste ser menor en España? Si a los 16 se puede trabajar, a los 15 conducir ciclomotores, a los 14 entrar en las redes sociales y a los 13 tener relaciones sociales consentidas, ¿a quién le importa que a los 17 vayan a una fiesta por cutre que ésta sea?
Lo cierto es que, entre una cosa y otra, con tanta permisividad y tanta leche, nuestros jóvenes son ya demasiado viejos y ya no hay nadie que pueda devolverles a una mojigata juventud como las de antaño.
Enrique Arias Vega:
Entre otros cargos, ha sido director de El Periódico de
Catalunya, de Barcelona, El Adelanto de Salamanca, y la edición de ABC en la
Comunidad Valenciana, así como director general de publicaciones del Grupo Zeta
y asesor de varias empresas de comunicación.
En los últimos años, ha alternado sus colaboraciones en prensa, radio y televisión con la literatura, habiendo obtenido varios premios en ambas labores, entre ellos el nacional de periodismo gastronómico Álvaro Cunqueiro (2004), el de Novela Corta Ategua (2005), el de periodismo social de la Comunidad Valenciana, Convivir (2006) y el de Compostela Monumental (2011).
Sus últimos libros publicados han sido una compilación de artículos de prensa, como España y otras impertinencias (2009) y otra de relatos cortos, Nada es lo que parece (2008). Es autor, también, entre otras obras, de la novela El Ejecutivo (2006), de la que ya van publicadas tres ediciones, de Ir contra corriente (2007), Valencia, entre el cielo y el infierno (2008) y una antología de semblanzas bajo el título de Personajes de toda la vida (2007).

























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