Lo de la hostia sin hache

Ocurrió allá por los años cuarenta del pasado siglo. Uno de los alumnos de un colegio religioso le dijo a otro que iba a darle una hostia. En aquellos tiempos eso significaba la expulsión fulminante. Había un pequeño problema, no obstante. El niño que debía ser expulsado era el más rico del colegio y su padre invitaba continuamente a comer al director del colegio y hacía muchos regalos a la comunidad religiosa.

Los clérigos no estaban dispuestos a perder el maná que les enviaba Dios. Bueno, Dios no, el padre del niño. Puesto que dominan el latín, buscaron en él la solución y dieron con ostium ostii. Probablemente, ni Arquímedes cuando lanzó su famoso Eureka a los vientos fue tan feliz. Ostium significa puerta y con las puertas se pueden dar portazos. No necesitaron más. La hostia era sin hache, proclamaron. Asunto resuelto.

Desde ese momento, se dan hostias a troche y moche. Al quitarles la hache, en lugar de pecado se comete falta de ortografía. Al que la recibe le duele igual sin hache que con hache.

Ah, aquellos curas, qué listos fueron. Demostraron que aunque parezca que todo está perdido, puede que no sea así. Hay que agotar todas las posibilidades. Y si se encuentra una solución, por muy disparatada que parezca, hay que probar de todos modos, ya que como el número de los necios es infinito, puede servir.