Tener 600 hijos
No todo el mundo es consciente, aunque debiera serlo, que de progenitor a
padre va un trecho muy largo. Y digo que no todo el mundo es consciente
porque me consta que hay padres que odian a sus hijos. Y no se trata de
casos aislados, sino que es un hecho bastante frecuente.
La gente, por lo común, es reacia a admitir esta realidad; prefiere
cerrar los ojos y pensar que todos los padres desean lo mejor para sus
hijos. Y esto, aparentemente, es cierto. Ellos se proveen de coartadas y
a éstas añaden todos los detalles y todas las apariencias que les
permitan perjudicar a sus vástagos, porque al final se trata de eso.
Quizá haga treinta años o más, que salió en la televisión una prostituta
que defendía a su hijo, drogadicto, que estaba encarcelado, por un
atraco. La mujer decía que mientras su hijo viviera ella lucharía por
él. He aquí pues una mujer de esas que tienen mala fama que sabía ser
madre. Un mal bicho de esos hubiera encontrado suficientes motivos para
abandonar al hijo e incluso alegrarse de su suerte.
Hay otros padres a los que la suerte de sus hijos les es indiferente. Supongo que será el caso de ese fulano del que se ha sabido que engendró
600 hijos. ¿Tendría un ego como la copa de un pino? ¿Creería que su
descendencia podría valerse en la vida sin problemas dadas sus grandes
cualidades? Si pensaba esto, el elemento no era tan inteligente como se
creía, puesto que la vida puede obsequiarle a cualquiera con situaciones
difíciles de resolver, o imposibles. En estos momentos va muy bien
tener unos padres que den la talla, como la señora de la que he hablado
anteriormente. También podría ser que este señor calculara que un
porcentaje significativamente alto de sus vástagos consiguiese vivir sin
sobresaltos y que no le importara nada que unos pocos sufrieran
penalidades. Y según su lógica eso es correcto.
No todo el mundo es consciente, aunque debiera serlo, que de progenitor a
padre va un trecho muy largo. Y digo que no todo el mundo es consciente
porque me consta que hay padres que odian a sus hijos. Y no se trata de
casos aislados, sino que es un hecho bastante frecuente.
La gente, por lo común, es reacia a admitir esta realidad; prefiere
cerrar los ojos y pensar que todos los padres desean lo mejor para sus
hijos. Y esto, aparentemente, es cierto. Ellos se proveen de coartadas y
a éstas añaden todos los detalles y todas las apariencias que les
permitan perjudicar a sus vástagos, porque al final se trata de eso.
Quizá haga treinta años o más, que salió en la televisión una prostituta
que defendía a su hijo, drogadicto, que estaba encarcelado, por un
atraco. La mujer decía que mientras su hijo viviera ella lucharía por
él. He aquí pues una mujer de esas que tienen mala fama que sabía ser
madre. Un mal bicho de esos hubiera encontrado suficientes motivos para
abandonar al hijo e incluso alegrarse de su suerte.
Hay otros padres a los que la suerte de sus hijos les es indiferente. Supongo que será el caso de ese fulano del que se ha sabido que engendró
600 hijos. ¿Tendría un ego como la copa de un pino? ¿Creería que su
descendencia podría valerse en la vida sin problemas dadas sus grandes
cualidades? Si pensaba esto, el elemento no era tan inteligente como se
creía, puesto que la vida puede obsequiarle a cualquiera con situaciones
difíciles de resolver, o imposibles. En estos momentos va muy bien
tener unos padres que den la talla, como la señora de la que he hablado
anteriormente. También podría ser que este señor calculara que un
porcentaje significativamente alto de sus vástagos consiguiese vivir sin
sobresaltos y que no le importara nada que unos pocos sufrieran
penalidades. Y según su lógica eso es correcto.

























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